Mi querido tío Miguel me llama al trabajo para avisarme que no
quede con nadie para comer: en Vicent Micolau ens convida a dinar
as Port de Sant Mique. Sólo oír ese nombre se dibuja ante mí la
deliciosa sensación de estar ante un día aparte: Sant Miquel y su
bonita playa, la terraza deBalansat y la genial conversación de'n
Micolau, el vino y el bienestar de uno de los mejores restaurantes
de pescado de la isla. El único pero es que no puedo arribar en la
elegante y espaciosa barca de Pepe Pera y cumplir así con uno de
los preceptos indisociables de cualquier comilona veraniega
ibicenca.
Mi llegada, pues, se produce en coche. Nada que explicar al
respecto, solamente que menudas carreteras nos han tocado sufrir a
los ibicencos: sin arcén, estrechas, ínfimas, totalmente en
desacuerdo con los cochazos que me cruzo por el camino y con el
mínimo de seguridad y confort exigibles a nuestro tiempo y
economía. Ya de bajada, me confirmo en la idea de que los
territorios montañosos son más ricos y plurales que los llanos, por
aquello de la multiplicación de perspectivas y puntos de vista
desde los que contemplar las cosas. En esto sí que sacamos buena
nota.
Y llego a puerto. Ellos ya han atracado en la barra y toman el
aperitivo. Bromas, risas, comentarios y la felicidad que se
contagia. Es la felicidad del que celebra algo entre semana, del
que escapa del trabajo, de la rutina que le encadena a los mismos
sitios las mismas horas. Hoy somos exiliados de nuestro espacio y
nuestro tiempo habituales, y el placer de transgredirlos, de darle
la vuelta al hábito, aporta una mirada que enriquece nuestra
experiencia cotidiana.
Y en esto llegan las gambas y el marisco; más adelante no
tenemos otro remedio que callar ante unas roges y unos amfosos
guisados de una manera suave pero a la vez contundente, un plato
tan elaborado como sencillo. Y para acabar, earròs negre a la
banda, homenaje a la gente del mar y al Mediterráneo.
Y de fondo están las turistas del norte de la isla, que siempre
me parecen más elegantes, graciosas y turbadoras que las del sur.
EJuve i Camps blanco estimula comentarios, ocurrencias, anécdotas,
y hace brillar la conversación, luminosa y suave como el murmuro de
las olas que a unos metros la acompaña...
Es de agradecidos bendecir el tiempo que nos ha tocado vivir, a
pesar que existe quien nos quiere hacer creer lo contrario. Larga
vida a nuestra época, larga vida aBalansat.
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