Betty Ceballo, de 44 años, es una inmigrante ecuatoriana residente en Eivissa desde hace dos años. Con dos hijas adolescentes, Loida y Eunice, en la localidad ecuatoriana de Quevedo, Betty aguarda con cierta angustia el ansiado momento de la regularización para poder cumplir su deseo: el reagrupamiento familiar. «Espero traer a mis dos hijas desde Ecuador cuando tenga los papeles y que estas sean las últimas navidades que pase sin ellas», confiesa. Betty cumple las condiciones del proceso de normalización que incluye el nuevo Reglamento de la Ley de Extranjería.

La mujer, que regentaba un negocio con su marido, ya fallecido, en Ecuador hasta que tuvo que emigrar para mejorar su situación económica, cumple con los requisitos para poder tramitar su regularización. Primero trabajó en la hostelería y ahora está en un taller de costura. Ambos patronos están predispuestos a facilitarle los trámites para la regularización.

Al servicio de asesoramiento al departamiento de inmigración de USO que coordina Jamal Akkad, un libanés de nacimiento que lleva 25 años en Eivissa, acude diariamente personas como Betty. Akkad recela de la 'letra pequeña' del Reglamento y denuncia los abusos laborales a los que se ven sometidos los inmigrantes. «El empresario tiene que aportar su documentación en regla y no puede mentir. Si no tiene todo liquidado, no se puede contratar a nadie», advierte Akkad. También está en desacuerdo con que en el Reglamento se excluyan a los 'irregulares' que trabajan por cuenta propia. «No veo bien que una persona sin papeles, que está cinco años formandose en este país, con dinero y su propio negocio tenga que recurrir a otra persona que la contrata y pasar un año hasta que sea su propio patrón».

Betty Ceballo confía en que su actual patrón le arregle los papeles y cumplir el deseo de traer a sus hijas a España. «Están en una edad que me necesitan mucho», dice.