A los pocos años de estar en Ibiza, Smilja se habría convertido en el perfil de todas las salsas, no habría fiesta, cena, inauguración o sarao que se preciara donde no fuera invitada, permitiéndose el lujo ella de seleccionar cuidadosamente las que le interesaban y rechazando las que no le servían, eso sí aprovechando todas las ocasiones que se le presentaban para hacer una promoción magnífica de Ibiza, siempre tenía palabras de alabanza y cariño hacia nuestra isla, nunca se permitió criticar nada públicamente, siempre fue muy positiva y entusiasta en sus comentarios y declaraciones, promocionaba en cuantas ocasiones se le presentaban bien fuera con amigos, en la prensa, radio o televisión y llegó un momento que «se situó» de tal forma que cualquier medio de información que se desplazara a Ibiza para hacer un reportaje, fuera nacional o extranjero, se pusiera en contacto con ella.

Con el tiempo se colocó en la cumbre y acaparó poder, la denominación de «princesa» no se exactamente ni el momento, ni como, ni porqué surgió, fue poco a poco, y si tan siquiera ella darle importancia se encontró en la situación especial de que la gente le llamaba «La Princesa».

Esto acabó «emborrachándola» lo cual implicaba ciertos peligros y alguna que otra situación embarazosa. Recuerdo a propósito una anécdota divertida: en un acto oficial donde daba una conferencia el viejo y protocolario Marqués de Loyoza, antiguo profesor del Rey, Miguel García de Sáez casado con Inmaculada de Borbón, se presentó con Smilja, el marqués creyó que se trataba de la esposa de Miguel y en una parte empezó a tratarla de Alteza y hablarle de sus «parientes» de la familia Real Española creando una situación divertida, yo me desternillaba de risa y la pobre Smilja con todas sus tablas no sabía como salir airosa.

Lo que había de real en su biografía, elaborada a la carta, es que había conocido y tratado muy íntimamente en el exilio al ex rey Pedro de Yugoslavia, esto lo sé positivamente por terceras personas conocedoras de esta relación y además en su casa tenía múltiples fotografías de ella con el rey. Cuando aceptó más o menos de buen grado lo de «princesa» (tardó unos diez años) paladeó su sabor y valoró que el nuevo estatus le era muy útil en su ascenso, acabó diciendo en una entrevista publicada en la prensa local exactamente; «que era princesa por Real- Decreto» y relató más o menos que el ex rey le había otorgado el título en el exilio. Nunca exhibió el Real Decreto. Yo me limito a explicar las cosas como desarrollaron, sin comentarios, ni opiniones.

En aquellos años sufre sin darse cuenta una transformación era un poco el caso de Mr. Hyde y e Dr. Jekyl. Aparece una nueva Smilja e interpreta el papel de princesa a mi modo de ver demasiado de papel «couché».

En el fondo las princesas son humanas, pero ella interpretaba el papel demasiado a la perfección un poco al estilo Grace Kelly, en el fondo una actriz. Aquellos fueron sus mejores años, hacía y deshacía a su antojo, Polanki, Julio Iglesias, Romy Schneider, Úrsula Andress, etc., formaban parte de su «corte». Aznar viene para hacerle el pregón de la moda Adlib, de Adlib sabía poco, pero moverle era su éxito. Los políticos insulares del momento eran cera en sus manos y ella estaba en su salsa jugando a Madame Pompadour.

Sus actividades eran múltiples y variadísimas, intentaba aprender a jugar al Golf, juega al bridge, fatal pero juega, viaja sin descanso, aparece en el festival de Cannes del brazo de Polanski y en la entrega de los Oscars con Bragantini y hasta le queda tiempo para dedicarse al periodismo y la fotografía con notable éxito en ambos campos en una inolvidable página «Ibiza color de moda» con espléndidos reportajes por donde desfilaban las personalidades que nos visitaban. Todos recordamos aquella página. Son sus años gloriosos se mueve sin parar. Su apartamento se convierte en un pequeño centro de tráfico de influencias, reparte favores, concede entrevistas, consigue licencias, permisos y arregla entrevistas con autoridades, todo el mundo está encantado abriéndole sus puertas. Preside jurados de todo tipo: misses, barmans, gastronómicos, entrega copas y trofeos, hace saques de honor en partidos de fútbol, etc se comporta y ejerce de «princesa».

Yo debo admitir que presenciaba todo esto entre divertido, admirado, asombrado y sorprendido y alguna vez tuve que restregarme los ojos para comprobar que no estaba soñando. Me cuesta creer, todavía hoy, que había llegado a Ibiza sin conocer a nadie, ya madura, con una mano delante y otra detrás, sea la misma que veía actuando y pienso para mis adentros. ¡Bravo Smilja!