Aprovechando el homenaje que hemos rendido a Smilja Mihailovic
un grupo de amigos en El Hotel de las empresas Pachá, quiero
dedicarle más crónicas ya que ha sido uno de los personajes
carismáticos que se instalara en Ibiza en la segunda mitad del
siglo pasado y que caló hondo entre las personas que le conocieron,
quedó demostrado con la asistencia masiva que vino al hotel, la
mayoría caras conocidas y antiguos amigos suyos, parecía que era
ella que convocaba y que recibí a los invitados. A mí me emocionó
comprobar como se le recordaba pesar de los años transcurridos
desde su desaparición y teniendo en cuenta lo olvidadizo del ser
humano en aún con los seres queridos.
Smilja apareció en Ibiza a principios de los sesenta y nadie
sabe si nunca explicó las verdaderas razones que la indujeron a
instalarse en Ibiza. Lo cierto es que una vez llegada se dio cuenta
rápidamente que para ella aquí era «la tierra prometida», muy lista
ella rápidamente se trazó un plan y unas metas a conseguir y lo
llevó a término como el que construye un edificio sin prisas pero
sin pausas. Los primeros momentos fueron muy difíciles y lo pasó
muy mal, no conocía a nadie, llegó sola con lo puesto sin un duro y
se instaló en una modestísima pensión o casa de huéspedes en ses
Figueres. Yo la conocí por aquel entonces y me impactó desde el
primer momento. La vi una mujer fuerte, decidida, lista como el
hambre e imparable. Lo primero que hizo fue crearse un pasado de
acuerdo con sus necesidades y para dar sus primeros pasos.
Exiliada, yugoslava, casada con un «diplomático» que había vivido
en Italia, Alemania, Londres y París y que había encontrado por fin
su «paraíso», que pensaba quedarse aquí y que cuando encontrara «la
casa adecuada» traería, de un piso en París el mobiliario de época
muy importante, pero que nunca llegó salvo dos o tres «cositas» sin
importancia. Yo no recuerdo a través de quien la conocí, pero su
carrera ascendente empezó con los ibicencos ya que pensó que serían
los cimientos fuertes para su edificio. Rápidamente se hizo amiga
de los Llobet, los Tur de Montis, los Verdera del Diario de Ibiza
(muy útiles para sus fines) los Matutes, etc., principalmente las
generaciones jóvenes, que eran más abordables , asequibles y
fáciles de conquistar, hasta trabó amistad con Don Isidoro Macabich
por aquello del apellido y estar bien con la iglesia.
En una época que en Ibiza había poca vida social ella empezó a
dar comidas a fin de ir consolidando poco a poco sus nuevas
amistades y rápidamente con su ficha y su tacto se fue situando al
principio sin hacer ruido pero con el tiempo pisando fuerte.
Lo más difícil de todo es describir su personalidad pues diga lo
que diga se escapa y siempre quedará algo en el tintero y su perfil
y su forma de ser incompleto. Físicamente era ya una señora madura
pero conservando unos rasgos y una figura que daban idea que había
sido una mujer guapa y atractiva y conservaba un aire muy especial
y distinguido. Iba impecablemente vestida incluso en sus momentos
más bajos y más críticos y nunca perdió la compostura ni su
elegancia. Sabía perfectamente cómo vestir es un momento adecuado y
en un lugar concreto.
Su personalidad era muy compleja y daba la sensación de ser más
culta de lo que realmente era, pues tenía un barniz que le permitía
opinar sobre música, literatura, cine, política, etc. Y podía
participar brillantemente en cualquier conversación y en cualquier
idioma (hablaba siete) sorprendiendo a veces con citas de
escritores o políticos que demostraban su afán por estar al día y
sus inquietudes. Siempre estaba brillante, divertida, y
extrovertida. Era muy apasionada y vehemente, lo cual en alguna
ocasión le producía algún pequeño contratiempo. En algún momento
podía ser una mujer difícil, con mal genio y sus pequeñas intrigas
y chismes le acarrearon algunos disgustos y problemas, pero siempre
sabía salir airosa de cualquier trance o mal paso. Los dos tuvimos
fuertes enfrentamientos, discusiones, momentos difíciles y
distanciamientos pero nunca dejamos de profesarnos un enorme cariño
y a través de los años siempre contamos el uno con el otro
incondicionalmente. Tenía un poder de seducción increíble, nunca he
visto a nadie que se metiera la gente en el bolsillo con la
facilidad que ella lo hacía, muy pocos se le resistieron y ejercía
mayor influencia en los hombres que en las mujeres, siendo el
elemento masculino el que más rápida y fácilmente caía en sus
redes. En algunas mujeres noté y capté cierto rechazo y prevención
hacia ella, se percibía un «ponerse en guardia». Ella siempre decía
de una manera fría y descarada que admiraba y le interesaba
codearse de gente que tuviera una de estas tres cosas; dinero,
belleza o poder. El resto eran perdedores que trataba con cierta
condescendencia y distanciamiento, sin darle su confianza ni
permitirles que formaran parte de su círculo íntimo. Se estaba
preparando meticulosamente para dar su próximo salto.
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