El concierto que Antonio Orozco ofreció el jueves pasado en el recinto ferial, y como clausura del Estiu Jove, empezó con un aperitivo de tres piezas a cargo de otro Antonio, Veiro, que se encargó de caldear un público entregado desde el primer momento. Apareció el artista catalán teloneado al grito de «Antonio, Antonio». Con camiseta negra estampada en rojo en la espalda y pantalones verde militar -nueva imagen que el artista ha adoptado en su último disco- salió Orozco a la palestra entonando «Solamente verdades», de su último trabajo discográfico «El principio del comienzo». Un repaso por este último disco y por el anterior fueron la base de un concierto marcado por el buen hacer de un artista que funciona mejor en las canciones de ritmo ágil que en las baladas, aunque se hiciera famoso gracias a una de ellas: «Devuélveme la vida». Es un artista que demuestra una pasión contagiosa, lo da todo encima del escenario y, a diferencia de otros muchos artistas, entretiene en sus directos. Lo demuestra el hecho de que también los novios, que normalmente acompañan con gesto aburrido a sus parejas, coreaban las letras del catalán. Orozco agradeció a su público la afluencia masiva. Más porque el concierto se cerró muy tarde y las entradas se pusieron a la venta con sólo una semana de antelación, y aún así llenó. También se emocionó porque había estado cinco años sin venir a Eivissa y pidió mayor entusiasmo del público , que le contestó lanzándole ropa interior, peluches y algo un poco menos infantil como preservativos. Pero aún siendo un artista de directo bueno, adolece de cierta planitud, una especie de línea constante del que sabe que lo que hace está bien y no va más allá.Ésta es una de las pocas críticas que se le pueden hacer a un concierto que finalizó con el consabido «otra, otra». El artista no defraudó: salió tres veces y una de ellas para tocar la canción que le abrió las puertas del éxito. C.C.