Otro grande que desaparece sin hacer ruido, sin consentir ninguna muestra ostentosa de tipo oficial de dolor, sino en la más discreta intimidad, con su grandeza de espíritu y fiel a su pensamiento me refiero a Antonio Gades.

Coincidí con él en múltiples ocasiones y le vi actuar en otras muchas, y siempre me entusiasmó tanto en el escenario como fuera de él. En el trato era una persona muy auténtica, muy sincera, con unas convicciones políticas inalterables e irrenunciables. Hablaba de sus orígenes humildes sin rencores ni complejos, alineándose siempre al lado del necesitado sin pose, con auténtica fidelidad a sus principios.

Antonio era un ser mágico, extraordinario, muy sensible, con una personalidad muy atractiva, buen conversador, culto, que irradiaba algo especial y hacía que te dieras cuenta, sin él pretenderlo, de que estabas ante un ser diferente, genial. Tenía una mirada escrutadora, como estudiando a su interlocutor y curioseando todo lo que le rodeaba, interesándose mucho por las costumbres, músicas, bailes típicos y tradiciones del lugar donde estaba, se notaba que disfrutaba visitando nuevos países y conociendo nuevos lugares sin saciar su curiosidad. Ejercía una gran atracción sobre las mujeres y se notaba que era una persona que vivía intensa y apasionadamente dentro y fuera de la escena, y siempre atento y cariñoso con los múltiples admiradores que se le acercaban tanto para hacerse una foto, pedirle un autógrafo o simplemente estrecharle la mano, agradeciendo todas las muestras de admiración y cariño que recibía.

A Antonio Gades, cuyo verdadero nombre era Antonio Esteve, le conocí hace muchísimos años en Madrid. Luego volví a verle actuar en Nueva York en la Feria Mundial en el pabellón español, donde se lo había llevado el Comisario Miguel García de Sáez, causando auténtico entusiasmo entre el público americano; actuó ante Jacqueline Kennedy, que quedó prendada. Yo coincidí con él en dos o tres cenas, y posteriormente bailó en Ibiza en el Portal Nou. Estuvo mágico, y el público se le entregó sin reservas. Tuvo unos aplausos fenomenales, que le obligaron a varios bises. Sudó la camiseta y nunca he visto en Ibiza un entusiasmo igual como en su actuación. Recuerdo que asistí con la cantante Nina, que quedó fascinada, y al final quiso saludarlo y felicitarlo. Los dos se admiraban mutuamente, y fue un encuentro emocionante e inolvidable. Se abrazaron y se besaron y yo disfruté viendo a dos grandes artistas frente a frente dedicándose sinceramente mutuas alabanzas.

En Madrid fui a comer y cenar con amigos varias veces a su «Café-Restaurante Gades», decoradas sus paredes con fotografías suyas de los momentos más importantes de sus interpretaciones y mejores montajes. Alguna vez coincidí con él y siempre estuvo muy amable y simpático en sus saludos. Las últimas veces que le vi fue en Ibiza, cuando paraba con el yate de su compañera sentimental, la hija de un conocido financiero suizo, creo que se llamaba Frey. Él tenía una gran vocación marinera y en los últimos años de su vida recorrió los países e islas del Mediterráneo. Yo ya no volví a verle más, desgraciadamente.

Gades era un bailarín extraordinario, de una personalidad fuera de serie. Fue genial como intérprete y como coreógrafo. Son notables sus montajes y bailes en obra míticas como «Bodas de sangre», «Carmen», «Fuenteovejuna» o «El amor brujo». Tenía una forma de bailar fuerte, apasionada, que entusiasmaba al público que se le entregaba incondicionalmente en cualquier país. Aunque tenía un estilo muy personal, era al mismo tiempo muy purista y muy clásico, de auténtico flamenco. Creó escuela y los bailaores jóvenes le consideran un maestro.

Cuando organicé las Semanas Culturales en el Fomento de Turismo, en su décima edición, programamos su película «Carmen», en la cual era el protagonista, con su reparto de lujo: Laura del So, Paco de Lucía, Cristina Hoyos y su ex mujer Mariso. Me puse en contacto con él y le invité para que asistiera a su proyección. Aceptó encantado, pero finalmente, debido a unos compromisos ineludibles en una gala no pudo desplazarse a Ibiza. En las películas estaba formidable en las escenas de baile, si bien como actor no era nada especial.

Con su desaparición se crea un vacío enorme en la escena, la coreografía y el baile flamenco, si bien pienso que nuestro Antonio Márquez queda ahora como la figura más carismática y auténtica en este género.