El dispositivo de salvamento marítimo de la Cruz Roja lleva funcionando tan sólo 8 años, y desde entonces el número de víctimas mortales por accidentes tanto en el mar como en las costas ha descendido notablemente. «Trabajamos de forma preventiva. El dispositivo esta formado por un equipo de rescate voluntario las 24 horas al día, que dispone de una moto náutica y una lancha para acudir a todo tipo de emergencias. Son un equipo de cinco o seis personas, socorristas titulados y buceadores expertos, que durante todo el año está pendientes de la seguridad en las playas», explica el coordinador Lucas Delbon.
Las emergencias más comunes son embarcaciones que se quedan encaladas, gente que se cae en los acantilados y bañistas que sufren percances. La vigilancia y la precaución es la clave, por lo que cada playa necesita mínimo un socorrista. El problema es que son los ayuntamientos los que contratan los servicios, y por motivos de presupuesto en muchas ocasiones no se ponen los medios suficientes.
«Aquí en Eivissa entre la Playa d' en Bossa y Sant Josep tienen tres socorristas que realizan rondas a pie y por el agua. Hace cuatro años que se cubre el servicio de playas y su presencia crea confianza en la gente, los bañistas se sienten más seguros», cuenta Lucas. El dispositivo de la Cruz Roja se coordina con el servicio de salvamento marítimo del 112, tienen las mismas funciones, lo que ocurre es que las embarcaciones de salvamento marítimo del Govern suelen ser más grandes y no pueden a cercarse a las costas. La Cruz Roja cuenta con 48 personas trabajando, todos con titulaciones. «El tiempo de reacción ante una emergencia varía, depende del la climatología y de la hora del día que sea, por la noche que es cuando las circunstancias son peores podemos tardar entre 10 o 12 minutos hasta que alguno de nuestros muchachos lleguen hasta el lugar de los hechos», explica el coordinador. El número medio de avisos de urgencias por día es entre uno o dos, para ello hay cuarenta personas repartidas por veinticinco playas que acuden con rapidez ante el aviso.
En Eivissa hay playas complicadas como la de la Cala Conte, aunque el oleaje no sea muy alto hay muchas corrientes de agua. «La gente se baña y cuando menos se lo espera se encuentra en mitad de una corriente de agua de la que es difícil salir. Este suele ser el principal motivo de las alarmas en el mar. Las patologías súbitas o los cortes de digestión son otras de las causas», explica el coordinador.
Ambos dispositivos, Cruz Roja y el del Govern, trabajan en conjunto y los resultados son positivos. El primer año que se instalo el dispositivo en Formentera, hubo 8 víctimas durante todo el verano. A medida que mejoraban los medios descendieron el número de muertos, en los últimos tres años no ha habido ninguno.
Recuerdo dos casos que me afectaron bastante. Uno fue el de una mujer que descuido un momento a su niñita de un año y medio en una pequeña charca que había en Punta Pinet, y el susto fue importante, la niña necesito reanimación y la madre estaba histérica», cuenta Lucas. El otro recuerdo que aún le queda es cuando tuvo que salvar a dos alemanes que estaban en una corriente y necesitaron cuatro socorristas para sacarlos del agua.
«Es importante trabajar con el objetivo de prevenir posibles desgracias», recuerda Lucas. El mar puede parecer muy tranquilo, pero esta puede ser una falsa imagen. Milagros no se pueden hacer y lo importante es que se eviten todos los accidentes posibles. Además, la normativa de playas exige tener un socorrista que vigile la seguridad de los bañistas. Para que una playa tenga la bandera azul, símbolo de calidad de la misma, ha de tener por lo menos uno. Es de admirar el altruismo del equipo de salvamento que sin ningún tipo de compensación salarial dedican su tiempo personal a evitar accidentes no deseados.
Cristina Nieto