Cuatro años de música en directo, 48 meses de espectáculos
inesperados y 1.460 noches dedicadas a artistas espontáneos.
Éste es resultado que el bar Itaka ostenta desde que su apertura
significara la oferta de un espacio abierto a la bohemia y al
crecimiento de los músicos que, dentro de lo que se puede, se
forjan por las calles y escenarios de la isla.
Tras sortear y resolver las pegas que un café-concierto tiene
para abrir en Eivissa, Pilar Garzón logró inaugurar, con la llegada
del nuevo milenio, un espacio en el que el arte pudiera mostrar
algunas de sus caras desde la musica, la poesía y la danza.
Pilar no recuerda el número exacto de músicos que han
aprovechado su escenario -totalmente equipado- para compartir con
el público sus creaciones, ni apuesta por cuántos más vendrán,
porque normalmente «llaman a la puerta».
«A la gente le gusta, lo que pasa es que aquí no hay cultura
para la música en vivo porque este lugar es más de discotecas y
disc jockeys», asegura esta bióloga licenciada en la Universidad de
Salamanca que ha dedicado su vida a cantar «acompañada por la
guitarra», y que lleva 30 años en la isla.
El Itaka es un lugar en el que «en principio se hace cualquier
clase de música en castellano, en catalán y en inglés, también»,
según explica Pilar.
Para la dueña de uno de los pocos lugares reservados al 'café
concert', Eivissa «no es un buen lugar para la música porque los
músicos no tienen dónde actuar y sólo tienen el recurso de las
actuaciones comerciales, que no es para nada un buen recurso»,
explica. Lueego va más allá, asegurando que, «por más
conservatorios que haya aquí los músicos se hacen no sólo a partir
de las muchas horas de dedicación que demanda el estudio de la
música sino también a partir de las tablas y las actuaciones con el
público delante», oportunidades que Pilar reduce a espacios como
«Can Ventosa o el Teatro Pereyra, una o dos veces al año».
L.A.
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