R afael Díaz es un malagueño que lleva ya veinte años viviendo
en la isla. Por un error médico (entró en el hospital por una
faringitis y salió sin un tendón en la pierna) pasó a convertirse
en un hombre que sufría una minusvalía. Hace seis años que la India
atrapó su corazón cuando fue de vacaciones con su hermano. Fue tal
la impresión que se trajo que decidió apadrinar a una niña, y no a
un niño, matiza, «porque siempre está más desfavorecida por el tema
de la cultura, de las castas» . Así surgieron sus primeros
contactos con la Fundación Vicente Ferrer, que trabaja en
Anantapur, una de las zonas más pobres y necesitadas de la India y
una de las comunidades más excluidas del planeta, los dálits o
intocables.
La niña se llama Ramadevi, que significa diosa divina y tiene
catorce años. Cada tres meses la fundación «me manda información,
ya sean fotos, cartas o dibujos». Rafael Díaz, ansioso por volver a
la India y conocer a su 'niña', el año pasado decidió no demorar
más el momento y viajar para allá. El encuentro fue muy emotivo y
supuso «una experiencia bastante gratificante. Al principio
reacciono con timidez, no me había visto nunca. Luego, ya cogió un
poco de confianza y nos pusimos a hablar y me dijo que quería ser
profesora y que se le dan muy bien las matemáticas».
«Mi viaje iba a durar tan sólo cinco días pero me tocó tanto la
fibra todo lo que ví allí y decidí quedarme como voluntario todas
las vacaciones», comenta Díaz un poco emocionado. Además añade que
se quedó porque «me sorprendió muy gratamente la magnificencia y la
grandiosidad del proyecto y lo que se está haciendo allí». Rafael
Díaz trabajó como traductor de las cartas de apadrinamiento. Él,
del castellano o catalán las traducía al inglés, y después «el
encargado de cada zona, que hay alrededor de cincuenta zonas, va al
poblado y se la traduce al niño del inglés al telugo».
Pero la cosa no se quedó ahí. De su viaje relámpago a la India
nació una gran amistad entre Vicente Ferrer y Rafael Díaz: «Me
llenó tanto que me hubiera quedado mucho tiempo más. De hecho este
año pienso ir dos meses». Rafael que conoció bastante bien a
Vicente Ferrer lo define como «una persona entregada a su labor en
cuerpo y alma; una persona muy dulce pero a la vez es como estar
frente a un guerrero. Lo veo como ese abuelo entrañable que todos
tenemos en el recuerdo, pero que está ahí y fíjate lo que ha hecho.
Yo lo admiro y lo quiero como un padre. Es mi amigo».
Según su experiencia y lo que pudo vivir en el poblado, cuenta
que «lo que se hace allí es fabricar embalses, pozos para erradicar
la sequía. Hay muchos programas para los 'intocables', y dentro de
los intocables que son los más desfavorecidos, están las mujeres y
los niños, que son base prioritaria del proyecto junto con la
sanidad».
En la India las mujeres y los niños son los grupos más
vulnerables y «ahora es cuando están resurgiendo y están luchando
para equipararse con el hombre, para conseguir la igualdad social».
Vicente Ferrer lleva más de treinta años trabajando y luchando para
conseguirlo llevando a cabo acciones con resultados visibles y
reales.
C.V.
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