Fue en el mes de abril cuando la encargada del chiringuito 'Sa Trinxa' de ses Salines, Victoria, y uno de sus camareros llamado Julio encontraron la botella de vino entre las rocas de la playa y no dudaron en «romperla» para ver que traía dentro. En ese momento, todos los pronósticos resultaron ciertos. Se trataba una carta escrita en francés y fechada el día siete de diciembre del 2003 en la ciudad turística de Cap D'Agde, Francia. En ella, dos tipos de letra diferente juran su amor eterno ante la inmensidad del mar: «Esta botella al mar es el testigo un amor real en todo su esplendor y pido al Dios de los mares que proteja este amor y de hacerlo simbólico a través de esta botella viajera por el tiempo en busca de todos los mundos. Que su viaje no termine. Con todo mi amor para la inmensidad celeste del mar os ofrezco una parcela de mi alma que me sale de lo más profundo», reza una de las dos promesas viajeras en la botella que después de surcar durante cinco meses el mediterráneo llegaron a un destino inesperado.

La alegría y la intriga se han apoderado de sus descubridores que esperan, según Victoria, «conocer a estas personas» para contarles que su promesa ha llegado en buenas condiciones y que ha despertado la ilusión y la alegría de todo un equipo de trabajo. L.A.