Susana disfruta manejando un ordenador. Habla atropelladamente y
confiesa que le agradaría hacer muchas cosas: ser periodista,
bióloga o policía. «Me gustan muchas cosas de la vida, pero no lo
puedo hace porque tengo la mente bloqueada», confiesa. «Dice que
está bloqueada, pero no deja hablar a los demás», añade Carlos, un
entusiasta del bricolaje y la informática.
Susana y Carlos, ambos nombres figurados, son dos de los 22
usuarios del centro de rehabilitación psicosocial, un recurso que
lleva abierto desde hace un año. Los beneficiarios de este recurso,
la mayoría varones entre 25 y 40 años, arrastran un trastorno
mental severo: esquizofrenias, trastornos bipolares y, sobre todo,
con una deficiencia psicosocial. A través de una serie de talleres
ocupacionales y los programas rehabilitadores se trata de mejoras
las deficiencias de discapacidades de estas personas en el ámbito
social, laboral y familiar. Los usuarios se derivan del hospital de
día o de las consultas de la unidad de salud mental que se
encuentra en Es Viver.
La psicóloga Silvia Marí, coordinadora del centro, destaca la
buena aceptación de este recurso entre los usuarios, pese a que
existe la barrera del enganche inicial: «No dejan de ser personas
con dificultades sociales y el hecho de venir a un centro y cumplir
un horario, con unas pequeñas normas, es complicado». Una vez que
superan las trabas iniciales, comienza el trabajo.
«Uno de los objetivos de este centro es crear un proyecto
individual que se adapte a las características de cada persona»,
prosigue Mercedes Prats, responsable del servicio de Discapacitados
y Enfermos Mentales del Consell Insular.
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