Al ibicenco Manuel Aracil le enseñan en la academia de Ávila a manejar una pistola.

En la actualidad, 23 jóvenes -21 hombres y 2 mujeres- de Balears se preparan para ser policías nacionales en la Escuela Básica que el Cuerpo Nacional de Policía tiene en Àvila. De ellos, diecinueve son de Mallorca, dos de Eivissa (Santa Eulària y Sant Antoni) y otros tantos de Menorca. Han llegado hasta allí tras haber superado las pruebas de ingreso -unas 30.000 instancias de ingreso para sólo 4.000 puestos, distribuidos en dos turnos-, cosa que no todos han conseguido en una primera vez; los hay que han tenido que intentarlo tres veces.
Estos alumnos, que como quien dice acaban de llegar a Àvila, han comenzado el curso básico de formación, de cinco meses y medio de duración, en el centro, al que seguirá un periodo de tres meses y medio en distintas comisarías de España, sin salir a la calle, más otro de pruebas, éste con salida a la calle, pero en todo momento acompañados por un policía profesional. En este periodo pueden llevar armas. Mientras dura el curso y el primer curso de prácticas, perciben el sueldo base de policía. Durante el segundo se ven incrementados por el plus de puesto de trabajo.
Durante el recorrido en el que nos acompaña el inspector Jiménez, de Mallorca, nos encontramos al ibicenco de Sant Antoni Manuel Aracil, que viste de paisano y asiste en el aula contigua a las primeras lecciones de armamento. Tiene en su mano una pistola reglamentaria sin el cargador puesto. A su lado, el profesor le explica las partes de que consta el arma y cómo se maneja. «Todavía no se les ha entregado la pistola», comenta por lo bajo el inspector Jiménez. De ahí que no sea extraño que cuando pasamos por el modernísimo pabellón de tiro, aparte de inmerso en la mayor penumbra, observemos que está completamente vacío.
Aracil y el otro ibicenco del grupo de las islas -éste de Santa Eulària-, llamado Pedro García, con quien nos encontraríamos a media mañana cerca de la biblioteca, se conocieron en el Ejército y decidieron entrar en la Policía Nacional a nada que surgiera la ocasión. A Aracil le costó dos intentos, mientras que Pedro lo lograba en el primero. Aquél había sido taxista y luego soldado profesional, mientras que éste trabajaba en el complejo turístico Es Puetó, en el departamento de mantenimiento. Era evidente que a ambos no les gustaban sus respectivos trabajos y en cambio sí ser policías. Y en ésas están.
Los alumnos de la escuela básica tienen clases por las mañanas y las tardes, con un periodo de tiempo intermedio para almorzar y descansar. «Por la tarde, cuando finalizan las clases, los que quieren pueden irse a dar una vuelta a Àvila, teniendo que regresar al centro antes de las once -dice Jiménez-, y los que no se quedan aquí. Ellos saben que no los obligamos a estudiar, pero también saben que los examinamos». A los hombres los tienen en un pabellón y las mujeres en otro distinto al que ellos no pueden acceder.
J. Aguirre, enviado especial a Àvila