Otro de los encargos profesionales de Jordi Monte ha sido el de
organizar los banquetes de la Familia Real durante sus estancias
estivales en el palacio Marivent en los últimos años. Del rey dice
que «es fantástico y sabe vender su imagen», mientras que la reina
representa, en su opinión, la rectitud. «Con ella trataba porque
siempre quería controlar todo lo referente a los banquetes que se
organizaban», recuerda. Fue precisamente gracias al banquete que
organizó para una Cumbre Iberoamericana cuando conoció a Fidel
Castro y éste le ofreció trabajar con él. «Me lo pensé porque me
dio bastante reparo -cuenta-, no hay que olvidar que a Castro le
han intentado asesinar tres veces, además precisamente a través del
envenenamiento de su comida». Finalmente decidió viajar a La Habana
(Cuba) junto a un hombre que despierta opiniones contrarias. Por
supuesto, todo esto ocurrió en 2001, posteriormente a su
experiencia en EE.UU. «Sino no habría podido trabajar con
Clinton».
«Allí vi cosas muy difíciles de asimilar, fue muy duro intentar
que todo aquello no me afectara -asegura-; durante el tiempo que
estuve allí Fidel Castro tenía catadores para sus comidas porque el
bloqueo estadounidense le impedía tener medios químicos que lo
hicieran por ellos».
A los dos meses de trabajar para el servicio personal del líder
de la revolución Monte decidió marcharse. «Es una figura mundial
pero su parte humana no me gustó por su radicalidad, yo le he visto
hacer cosas que no apruebo y aunque intentas que no te afecte es
imposible». A pesar de todo asegura que no quiere juzgar a nadie,
que simplemente se marchó al darse cuenta de que no estaba motivado
y no podía aportar nada al trabajo.
Jordi Monte ha sido el responsable de dirigir el primer curso de
maitres desarrollado en Balears a través de la Federación de
Restauración. «Con este curso los alumnos pueden ser maitres sin
necesidad de pasar por la escuela de hostelería». Actualmente
combina este trabajo con el hotel Hacienda. «Cuando estaba en EE.UU
me llamaron los propietarios del hotel y aquello despertó mi
curiosidad -explica-, descubrí que el Hacienda tiene un gran
prestigio internacional y que es un referente en Europa». Este es
su primer año allí y ha incluido novedades como la formación diaria
a través debreafing.
Cómo acaba un madrileño que ha estudiado para consultor y gestor
de restaurantes como mayordomo personal del gobernador de
Massachusets y miembro del Consejo de Seguridad de EE.UU, Eduard
Kennedy y posteriormente del ex presidente de EE.UU, Bill Clinton?
Esta ecuación, a priori sorprendente, esconde tras de si una
curiosa historia.
Jordi Monte, que actualmente dirige el ala de restauración del
hotel Hacienda, en Eivissa, ha trabajado para esos líderes
políticos, pero también para Fidel Castro y la Familia Real
Española. De todos tiene algo que decir, aunque nunca traspasa la
frontera en la que acaba la discreción. «La calidad es discreción
-afirma tajante- yo no soy nadie para juzgar a esas personas,
aunque es cierto que me han ofrecido mucho dinero por hablar de
Clinton o Kennedy». Gracias a estos principios no le han faltado
buenas ofertas de trabajo.
E. Kennedy
Nacido en Madrid pero criado en Barcelona, acabó trasladándose a
EE.UU para formarse como consultor y gestor de restaurantes, una
profesión que le ha llevado a viajar por todo el mundo y, más
recientemente, a ser el responsable del primer curso de maitres
organizado en Balears.
«En el 98 estaba trabajando para la Royal Caribian Company en un
crucero en el que viajó Eduard Kennedy para pasar la luna de miel
de uno de sus matrimonios; me encargaron su servicio, le gustó cómo
trabajaba y me contrató», recuerda. A partir de ese momento se
convirtió en una figura muy importante para el hermano del que
fuese presidente de EE.UU, John F.Kennedy. «De mi trabajo en su
casa me quedo con aquellas reuniones que tenía con amigos
-explica-; él era un gran orador y, al tener que estar yo presente,
aprendí muchas cosas que aplico hoy en mi profesión».
A través de este trabajo y después de una cena a la que asistió
Bill Clinton, Monte preparó su traslado a la Casa Blanca, donde
pasó otro año junto al entonces presidente de la mayor potencia
mundial, precisamente cuando éste intentaba recuperarse del daño
que le había causado el caso de Mónica Levinsky y hasta que el
partido demócrata perdió las elecciones.
Bill Clinton
Monte no se lo pensó, quién iba a rechazar trabajar en la Casa
Blanca aunque cobrase mucho menos (porque pagaba el estado) que
junto a Kennedy. Para este profesional los dos empleos tenían mucho
en común y de ambos se siente muy orgulloso, aunque de su labor
junto a Clinton destacaba las dificultades operativas. «Tienes que
reaccionar ante operativos complejos y aprendes a no fallar, porque
en EE.UU si fallas lo pagas caro», dice. Antes de ser contratado la
vida de Jordi y la de su familia fue estudiada al milímetro y aún
estando en la Casa Blanca todos sus movimientos eran controlados.
«Existe toda una ciudad dentro de la Casa Blanca y la seguridad era
extrema. Cuando me relacionaba mucho con alguien del exterior esa
persona era investigada -relata-, porque yo pasaba muchos ratos a
solas con el presidente». Lo primero que descubrió fue que detrás
de esa poderosa figura que representaba se escondía una parte muy
humana. Si Clinton permanecía levantado hasta la cuatro de la
madrugada, allí estaba él, atento a cualquiera de sus peticiones y
dispuesto a servirle en un vaso los dos dedos de bourbon que bebía
cada noche. «Ese era el mejor momento, ese rato que pasaba con él
no lo tenía nadie más; escuchas sus conversaciones familiares, que
son como las de cualquier familia, e incluso le oyes opinar sobre
temas como la pena de muerte, que él no aceptaba que se aplicase».
Monte tampoco pasa por alto algunas de las virtudes de Clinton,
como la humildad con la que se dirigía a él. «Todo era 'por favor'
y 'cuando usted pueda' y, desde luego, cualquier otro cliente ha
sido más prepotente que el presidente». Tampoco las tensiones
existentes en el matrimonio tras el escándalo Levinsky pasaron
inadvertidas para el mayordomo. «Recuerdo un par de noches
delicadas porque Hillary escribía, con ayuda de un gran equipo, sus
memorias y él estaba presente cuando ella contaba cómo se había
sentido -afirma-, de todas formas el libro se hizo para ayudarle a
él». Cuando se le pregunta si hoy trabajaría para Bush afirma que,
profesionalmente, sí le ofrecería su servicio porque, para él, «lo
importante es que el cliente quede contento». S. Yturriaga
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.