La ruta mitinera viene a ser como una gira de conciertos de
verano. La rock n'roll star de ayer fue Mariano Rajoy. Llegó desde
Maó en jet (un privilegio ya que las compañías aéreas para la gente
terrenal no tienen vuelos entre Eivissa y Menorca) y fue trasladado
al recinto ferial en un tremendo Citroën C8 de la empresa de rent a
car Betacar, de Pere Palau. Puede que sus fans enfervorizados no
tengan 15 años sino esa edad multiplicada por cinco, pero a la hora
de aplaudir están incluso más curtidos. A final de la actuación le
pidieron fotos y autógrafos. La primera en obtener la rúbrica fue
la concejala de Sant Josep Encarna Castro, que se abalanzó hacia
Mariano desde la posición privilegiada que ocupó sobre el
escenario. Los ocupantes de estas disputadas plazas: Miquel Costa,
Pilar Marí, Vicente Torres y Carmen Domínguez, entre otros,
tuvieron que apretar bien las posaderas para caber en los
banquitos.
Como en cualquier concierto que se precie había gorilas con
pinganillo que te clavaban los ojos en la nuca cada vez que
rebuscabas unos chicles en el bolso.
Jaume Matas y Pere Palau estaban tan nerviosos por la visita de
Mariano que se olvidaron de consultarse qué se iban a poner y
aparecieron en el mitin con la misma corbata: roja y con rayas.
La lista de populares presentes sería interminable de citar.
Estaban todos, todas, y las mujeres y maridos de todos y de todas.
Salvo Juanma Costa, que se quedó en Formentera porque el puerto
estaba cerrado y nadie le prestó una zodiac. Mecachis.
Pero entre todos destacó uno: Abel Matutes. Cada vez que
Fajarnés o Rajoy lo nombraban, el público estallaba en aplausos y
vítores exaltados. Fajarnés lo citó al recordar el famoso término
«ensaladilla rusa», acuñado por el ex ministro para definir al
Pacte. Mariano Rajoy, siguiendo la broma culinaria, dijo que por el
respeto que le tiene a la empanada gallega no quería compararla con
los partidillos esos (pero lo hizo, para que nos vamos a
engañar).
El mensaje quedó claro: ahora que todo es perfecto, ¿qué no
puede ser en el futuro con más años del PP en el gobierno? Fajarnés
lo resumió muy bien: «Sal a votar o entrarán ellos» y Rajoy (con
las orejas rojas y la frente brillante de sudor) lo rubricó
asegurando que «dios nos coja confesados si Llamazares acaba como
ministro de economía» o si Labordeta, líder de la Chunta
Aragonesista, «ese simpático dirigente, extraordinario cantautor e
insuperable en su visión de España», entra en el gobierno del PSOE,
ya que se ha ofrecido. Criticó la «estulticia» de Carod Rovira por
negociar con ETA. Pero, claro, ¿cuántos de los 1.500 presentes
saben qué es estuliticia? Hubo que buscarlo en el diccionario para
saber que es estupidez. «¿Qué mal le habremos hecho a estos
simpáticos personajes?», se preguntó. Rajoy se mostró dispuesto a
participar en un debate cara a «caras» televisivo en horario de
máxima audiencia «con todos ellos sentados juntos en el mismo
sillón y yo, delante, en una silla o en un taburete».
Chascarrillos aparte, la cuidada puesta en escena fue, como
poco, efectiva y rotunda.
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