Los datos corresponden al curso 2001-2002 sobre una población de 3.490 alumnos de educación secundaria.

Los motivos de expulsión de un alumno son varios: enfrentamiento entre alumnos y con el profesor, ocasionar desperfectos en el centro, abandonar el instituto sin autorización o distorsionar el clima en clase.

Sólo se registró un caso de expulsión definitiva de un alumno, que no se pudo realizar ya que se encuentra en edad de escolarización obligatoria por lo que se optó por el cambio de centro de secundaria.

El dato más relevante es el referente a las amonestaciones, conductas no graves que no determinan una expulsión, que afectó a 687 alumnos. En este apartado figura ocasionar molestias al compañero de al lado o hablar cuando no se debe.

En los expedientes de cada alumno se contabilizan las amonestaciones y una acumulación de ellas aparecen reflejadas en el expediente. El problema está en las medidas que puede adoptar el profesor si un alumno esta causando problemas. «El profesor no tiene la potestad de antes y la manera de controlar el alumno es ir amonestándolo. La acumulación de ellas puede servir, a largo plazo, para abrir un expediente o servir de agravante si se le abre un expediente por otra causa. Es prácticamente la única manera que se tiene de disciplina», explican desde la Conselleria.

El porcentaje de amonestaciones no es muy alto, ya que representan un 19,7 por ciento frente a la media de 25,2 por ciento en Balears (5.466) y en otros puntos del archipiélago.

Desde la Inspección Educativa, se destaca la diferencia de seis puntos de las Pitiüses frente a la media de Balears, aunque las amonestaciones no tienen tanta repercusión en la comunidad educativa porque no implica una expulsión del alumno del centro de secundaria.