Jesús Murgui Soriano conocía desde el pasado 10 de diciembre que
era el obispo elegido por su Santidad Juan Pablo II para suceder a
monseñor Teodor Úbeda en la Diócesis de Mallorca.
También, comenta su cometido como obispo auxiliar de Valencia, y
señala que, en teoría, «no hay una función específica». «Depende de
cada Diócesis, de cada arzobispo al que tienes que ayudar y de las
circunstancias», explica. «Mi labor ha sido, primero, de una ayuda
muy cercana, de consejo, colaboración con el arzobispo, y creo que
también he tenido mucho que ver con la ayuda y con animar a los
vicarios episcopales, que es una gente que está entregada. También,
me he dedicado mucho a visitar a sacerdotes, a enfermos, sacerdotes
nuevos, para cuidarles, porque creo que si el obispo se preocupa de
los sacerdotes, los cuida y procura que estén bien, estos ya
cuidarán de las parroquias».
«Tuve que guardar el secreto», dice, con un guiño de
complicidad, en su primera entrevista como obispo de Mallorca,
concedida a la COPE.
De 57 años, natural de Valencia, y que visitó por primera vez la
Isla cuando era muy pequeño en compañía de sus padres. Tras
definirse como «una persona de pueblo, sencilla, de la huerta de
Valencia, donde somos abiertos, comunicativos y receptivos»,
recordó que es hijo y nieto de artesanos de un taller de abanicos
de la localidad valenciana de Aldaia. «Crecí entre serrín y madera,
un poco como Nuestro Señor Jesucristo en Nazaret». Cuando se le
pregunta por sus primeras impresiones tras el nombramiento,
responde: «Pues, es un sentimiento mezclado. En primer lugar de una
enorme gratitud a nuestro Señor, al Santo Padre porque el
nombramiento de Mallorca supone para mí un grado de confianza muy
grande. Es una Diócesis muy especial y que me confíen a una de la
importancia de Mallorca es un honor inmerecido, un reto, una
ilusión y también, alegría por la confianza. Después, también,
siento la pena de partir de Valencia, porque claro, son 57 años que
llevo aquí. En Valencia lo he aprendido todo y quiero mucho a esta
tierra y a esta Diócesis que me lo ha dado todo, pero también
siento la alegría de ir a Mallorca, lo que significa levantar la
tienda, empezar una vida nueva, un nuevo camino, un nuevo servicio,
dejando la historia anterior».
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