De izquierda a derecha Eleonora, Carlos, Miguel, Rubén y Daniel, éste último el 'cebador' del mate. Fotos: MARCO TORRES

Cada día son numerosos los argentinos que quedan a una hora concreta para cebar mate en casa alrededor de la pava o tetera. Así lo hacen desde hace bastante un grupo de cinco amigos: Eleonora, Carlos, Miguel, Rubén y Daniel, que cada tarde a las 18,00 horas aproximadamente se reúnen para matear, es decir, para tomar un buen mate y charlar sobre las cosas del día. «Igual que mucha gente queda a una hora para tomarse un café, nosotros lo hacemos para tomar mate, con la diferencia de que en lugar de ir a una cafetería nos quedamos en casa», explica Daniel Gianini, quien se suele encargar de cebar el mate con el que obsequia a sus amigos. Esta sana costumbre, que iniciaron siglos atrás los gauchos y que adoptaron las clases sociales más pudientes institucionalizándola, se ha convertido en una seña de identidad de este país andino en el que la gracia de todo el ritual reside en el momento y la confraternización de quienes beben la infusión. «Es una cosa muy íntima. Normalmente sólo se ceba mate con gente conocida para compartir un momento», comenta Carlos, aficionado a la hierba muy caliente.

Con propiedades diuréticas y digestivas, esta planta estimula la actividad muscular y pulmonar y regula los latidos cardíacos, aumentándolos. «Para nosotros es igual que el café para los españoles o el té para los ingleses», comenta Eleonora, quien explica que el mate contiene cafeína, que es lo que hace despertar a la persona que lo consume.

El mate se puede servir dulce o amargo según los gustos pero, eso sí, el cebador servirá siempre el mate en sentido de las agujas del reloj y sus invitados beberán la mezcla con la bombilla, tubo metálico a través del cual se acerca la bebida a la boca.