«Desde primera hora de la mañana picaban», decía ayer Toni, un pescador aficionado que ancló su llaüt a las nueve y media de la mañana en las cercanías de es Caló. A esa hora el mar era un lienzo azul cuajado de puntos blancos de todas formas, características y tamaños. La veda deraor había finalizado y la perspectiva de una buena torrada de un manjar tan sabroso, según los conocedores, hizo que las aguas de Formentera estuvieran repletas de profesionales, aficionados y simples curiosos para ver o participar en la pesca del raor.

La veda que impide la pesca de este ejemplar se inicia el 1 de abril y finaliza el 15 de agosto por lo que el 16 se produce, siempre, y sobre todo en los últimos años de forma acentuada, un auténtico caos de embarcaciones que pugnan por hacerse con el mejor sitio para pescar. Todo ello a expensas de que eraor vagi bó, como dicen los entendidos, es decir con hambre y ganas de picar y de que el sol haya calentado el agua lo suficiente como para desperezar a los peces. En temporadas normales hay que esperar a las once o más para que eraor se decida a moverse, sin embargo la alta temperatura del agua en estas fechas, alrededor de cuatro grados por encima de la temperatura habitual, ha hecho que no se tuviera que esperar a mañana entrada para poder iniciar las capturas.

«Era tirar el sedal y de inmediato cobrarlo con dos o tres piezas cada vez», comentaba Xumeu, un mallorquín con familia en Formentera que cada año acude por estas fechas para disfrutar tanto de la pesca en sí misma como del apetitoso manjar que suponen estos ejemplares de color rosado con iridiscencias verdegay.

La pesca deraor que hace pocos años no concitaba tanto interés en Formentera, salvo el habitual por la captura de un especimen sabroso, se ha convertido en aproximadamente una década en una continua depredación de dicho ejemplar; los motivos residen en que en el litoral mallorquín la pesca intensiva y descontrolada acabó prácticamente con la mayoría de los caladeros de este ejemplar. Circunstancia que posteriormente sucedió en Eivissa. Ahora tanto mallorquines como ibicencos aprovechan las vacaciones para dejarse caer por Formentera justo cuando se levanta la veda del raor. «A este paso -indicaba Josep un pescador profesional-, en pocos años tampoco habrá raors por aquí». Ayer en es Caló, en el Racó de sa Pujada, en Punta Prima, por Punta Gavina o Cala Saona, las embarcaciones con hombres y mujeres lanzando sedales y anzuelos al agua era la imagen habitual. Las calles de Formentera estaban extrañamente desiertas tras el ferragosto italiano, pero mientras estos dormían la fiesta, los nativos estaban en el mar a por la pieza del verano. Tras el primer día, la mayoría de quienes habían salido a por eraor estaban satisfechos. Una mar plana casi blanca y una temperatura del agua elevada facilitó que eraor fuera fiel a su cita con el anzuelo.