Pasado el día grande de carnaval, con el despliegue de imaginación, luz y sonido de la Rúa de Carnaval, llegó el turno de los pequeños de la casa. La fiesta infantil de Carnestoltes se instaló ayer por la mañana en Vara de Rey, no sin antes recorrer los aledaños del paseo en un multitudinario pasacalles. Como cada año, los peques de la casa se enfundaron disfraces de corte clásico. Nada que ver con las innovaciones a las que nos tienen acostumbrados los mayores y que se exhiben el día de la Rúa. Piratas, princesas, brujas, mosqueteros, intrépidos vaqueros, algún dálmata en miniatura dormitando sobre los hombros de su papá, y los clásicos superhéroes (la moda de spiderman) aparecían por doquier en medio de la jarana animada por la escuela música Delta y los payasos Pumbi y Mandarina, de la compañía madrileña Arte y Ocio.

Esta pareja de payasos se aplicó para arrancar las carcajadas de los héroes y piratas en miniatura y demás (y también, todo hay que decirlo, de alguna nostálgica mamá) desde el escenario de Vara de Rey. El recorrido previo a la fiesta (la comparsa arrastró a los niños por Bartolomé Rosselló e Ignacio Wallis hasta desembocar en Vara de Rey a golpe de pito y tambor) estuvo encabezada con dos gigantes disfrazados de payasos, que exhibían una protuberante nariz roja. A estos les seguían dos zancudos payasos, cuyas chillonas pelucas recordaban al personaje de promoción de un establecimiento de comida rápida. Música, fiesta y una ininterrumpida lluvia de confeti siguió el desfile de los peques, entre los que se mezclaron otros de mayor tamaño, también ataviados con un disfraz, aunque, eso sí, eran los menos.

Antes de dar inicio al espectáculo de Pumbi y Mandarina sobre el escenario, se leyó un pregón como aperitivo en el que se invitó los jóvenes asistentes a la fiesta a pasarlo en grande hasta el miércoles, que es cuando se entierra la sardina y se inicia la Cuaresma. «Se está muy bien sin escuela. Podéis hacer lo que os dé la gana», animó el pregonero.