Son las seis de la tarde, los diputados, entre ellos Rosa Estarás, ya están en sus puestos. Foto: Click

Salvo excepciones, Rosa Estarás, diputada por el PP en el Congreso, viaja a Madrid de lunes a jueves, ambos inclusive. Viaja cada día. Va y viene cada día. Una paliza, sin duda. Todo porque además de diputada es madre, «y quiero ver a mi hijo a diario. Yo no tengo la culpa de que vivamos en una isla».

Por curiosidad, la seguimos en una de sus maratonianas jornadas. Queríamos ver cómo es un día en su vida. Así que, sobre las 9.30 nos presentamos en su casa, en Valldemossa. Rosa estaba preparada para partir. Un beso a José, el niño, que ya está acostumbrado a verla salir cada mañana, las últimas recomendaciones a la persona que se queda a su cuidado y otro beso a José, el marido. De Valldemossa a Son Sant Joan el viaje lo hace en su coche, que aparca en la cuarta planta del parking. Coincide con otro diputado, Miguel Àngel Martín, con quien decide matar la espera tomándose un café. A las once, embarcamos. «Hay días que me tengo que levantar a las cinco, pues tomo el primer avión de la mañana», dice.

Tras una hora de vuelo, aterrizamos sin novedad. Durante el viaje, Rosa nos ha contado que los lunes viaja a las 11.30 y regresa a las 20.10; los martes sale a las 9.45 y vuelve a las 23.35 horas; los miércoles vuela a las 11.30 y vuelve a las 21.30; y los jueves parte a las 6.30 y regresa a las 17.40. «Luego, el viernes voy a Ultima Hora Radio y a los actos que me mande el partido. Y el sábado y el domingo, lo mismo. Y ahora, cuando comience la campaña, a los actos de campaña».

En el coche de Martín, que aguarda en el parking de Barajas -los diputados tienen plaza gratuita para su coche en los parkings de todos los aeropuertos de España- nos dirigimos al Congreso. Tras mostrar un par de veces el DNI y ver cómo le colocan a uno una pegatina, entramos. Rosa tiene su despacho en un edificio de enfrente. En lo que José Luis Martín se queda en el suyo, ubicado en la parte nueva del Congreso, Rosa y servidor cruzamos la Carrera de San Jerónimo y nos dirigimos a él. Durante media hora, Rosa, vía teléfono, habla con unos y con otros. Ata cabos. Negocia. Consensúa. Hay puntos en los que, a pesar de que son partidos afines, no todos están de acuerdo, por lo que han de llegar al consenso. «Y ésa, en parte, es mi misión», aclara.

Tras dejarlo todo bajo control, nos dirigimos al comedor, sito en la tercera planta de la parte nueva. Allí nos aguardan los diputados por Balears Miguel Angel Martín, Fani Pol y Antonia Febrer, y el director provincial del Inem, Toni Contestí. Almorzarán también con nosotros las diputadas Ana Vázquez, de Galicia -es también inspectora del Cuerpo Nacional de Policía, aunque en excedencia- y Rosalía Espinosa, de El Egido (Almería). «Las hemos adoptado», dice Miguel Angel.

A las cuatro de la tarde, Rosa -y los otros compañeros- ya están en sus puestos, en el hemiciclo. Rosa se mueve por entre los escaños, hablando con unos (CiU) y con otros (Canarios y PSOE). Tras una hora de debate, se ha de votar el primer punto.

Rosa es la encargada de dirigir la votación: Si es «no», levanta la mano y extiende tres dedos; si es «sí», sólo un dedo. Rosa extiende tres dedos.
Mientras los demás, en lo que otro parlamentario habla, se salen fuera, ella sigue en el hemiciclo, manteniendo más entrevistas. A las seis, en un alto en el debate, se toma un respiro y un café. Pero deprisa, ya que la jornada sigue. En lo que habla el de IU, se acerca a mí y me dice, «Estate al tanto, que va a llegar Rajoy». Éste llega cuando está haciendo uso de la palabra Caldera. El tema es la guerra de Irak. La discusión se prolonga hasta las diez y media de la noche. Última votación, salimos, tomamos un taxi y, a toda velocidad, hacia el aeropuerto. Durante el trayecto, Rosa llama a casa. El niño no se ha dormido. Pillamos el avión por los pelos. Sobre las doce y media llegamos a Palma y, alrededor de la una y cuarto, a Valldemossa. El pequeño José Cansado Estarás, que sigue despierto, cuando ve a su madre, se alegra. «Cómo es posible que estando tú se duerme sin problemas -le comenta José- mientras que conmigo ya ves».
Cuatro horas después, seguramente sin haber dormido apenas, Rosa se levantará, ya que ha de tomar el avión que vuela hacia Madrid a las siete de la mañana. Y así, cuatro días a la semana.

Pedro Prieto