Blonda española, punto de tejido, medio punto, picos abiertos, filigrana o punto encontrado, corchetito o guijur, reseguido... No son nombres de pasos de baile sino términos propios de la jerga de las practicantes del encaje de bolillos para referirse a las distintas modalidades y formas de cruzar los hilos para lograr tejer un encaje con un dibujo determinado. De esto saben un rato Angelines Jiménez y Rosa Vicente, las dos profesoras de un taller de encaje de bolillos que funciona en Eivissa desde hace unos cuantos años con éxito. «Es algo que nos relaja y con lo que nos evadimos y, que al mismo tiempo, nos sirve para hacer regalos que se aprecian mucho porque tienen un valor incalculable», señalaba Rosa Vicente, una de las maestras de esta labor que aprendió todo lo que sabe de Carmen Marcos. Angelines Jiménez heredó la pasión por los bolillos de su tía Meregilda Jiménez: «No es tan complicado. Como en tantas otras cosas es necesario proponerse hacerlo en serio y sale», explica esta mujer que junto a su compañera y alumnas ha participado como parte de la ambientación de la Fiesta Medieval de Eivissa en las dos últimas ediciones y lo hará el próximo domingo en la Feria de Artesanía del Puig de Missa de Santa Eulària.
«Todo lo que hacemos tiene un valor incalculable porque lleva mucho tiempo, pero es algo que no nos preocupa. Lo importante es que nos aporta relajación y es una buena terapia para las manos porque se ejercitan mucho los dedos», incide Rosa, antes de explicar que una de sus alumnas, María, empezó en el taller por recomendación médica. «Tengo artritis y el médico me dijo que hiciera encaje de bolillos. Al principio no me gustaba pero ahora me he enganchado», explicó a su llegada al taller.
Rafaela, otra de las alumnas, ha encontrado con esta labor una vía de escape y una forma de distraerse y hacer amistades. «Estamos en un ambiente muy familiar y divertido», señaló mientras mostraba el encaje que se encuentra realizando en estos momentos. «La verdad es que es algo que engancha, sobre todo cuando ves que empieza a coger forma», explica Pilar, otra de las alumnas que ha retomado los bolillos después de muchos años. «Cuando era pequeña había muchas profesoras y nos enseñaban a hacer encaje en las clases de labor», recuerda. «Es verdad, antes se practicaba mucho. Recuerdo que lo que hoy son las terrazas de la Plaza del Parque antes estaban plagadas de niñas haciendo encaje de bolillos que fotografiaban mucho los turistas», añade Rosa Vicente.


Las herramientas básicas para la práctica de esta labor son emundillo, que es donde se coloca la plantilla con el dibujo y se pinchan los alfileres, y los bolillos, de los que se cuelgan los hilos con los que se trabaja. Un dato importante es que cuanto más peso tenga el bolillo mejor sale el encaje porque se tensa mejor el hilo. El coste aproximado del mundillo y un centenar de bolillos ronda los 30 euros.