Félix Ferrer ha sido director de GESA GAS, presidente del comité
técnico de normalización de combustibles gaseosos de AENOR
(Asociación Española de Normalización), representante de AENOR en
el Comité Europeo de Normalización, presidente de la Comisión de
Formación y Normas de SEDIGAS (Sociedad Española para el Desarrollo
de la Industria del Gas) y miembro de la Comisión Asesora de
Seguridad de Combustibles Gaseosos del Ministerio de Industria y
Energía. Actualmente, es miembro del Comité Permanente de
Utilización de la Unión de la Industria Europea del Gas, que trata
temas del sector ante la Comisión Europea, en representación de
SEDIGAS, y es el interventor de la junta de gobierno del Colegio de
Ingenieros Industriales de Balears, que se ha manifestado en contra
de la apuesta del Govern por el gasoducto.
En opinión de Ferrer, «el cable es la forma de energía más cara,
del orden del doble que el gas natural. Es una solución fácil, pero
discutible desde el punto de vista ecológico y del rendimiento
energético. Es más propio de los años 60, cuando se abocaba toda la
potencia necesaria, sobre todo en Francia, que desarrollaba un
programa de centrales nucleares muy ambicioso. Pero en Balears,
actualmente, corre el riesgo de saturarse rápidamente y entonces
será necesario otro cable. La reparación de una avería puede durar,
como mínimo, varias semanas o meses, y sufre pérdidas de
rendimiento que no se producen generando la electricidad in situ.
En definitiva, el cable no es socialmente recomendable».
Sobre el gas natural, Félix Ferrer indica que «es una energía
sostenible y limpia que llega a todo el Estado, y ofrece la más
alta eficiencia. En el caso de Balears, disponer de gas natural
permitirá producir la energía eléctrica que se precise con el más
alto rendimiento. Con gas natural, no es necesario el cable, pero
se puede aceptar como alternativa redundante de reserva para un
caso de una superemergencia del tipo 'cero total'».
A continuación, Ferrer analiza las opciones de transporte de gas
natural: «El transporte en barcos hasta plantas regasificadoras
presenta el problema de las dimensiones. El tanque de
almacenamiento debe tener un mínimo de 60.000 metros cúbicos de
capacidad. Su altura sería de unos 50 metros por 40 metros de
diámetro. La altura del camapanario de la catedral es de 48 metros.
En segundo lugar, es necesaria una superficie de 100.000 metros
cuadrados y hace falta un pantalán que se aleje unos 400 metros de
la costa para permitir el atraque del buque de transporte. El
impacto visual es evidente, pues siempre supone una herida en la
costa. Mallorca y el puerto de Palma no disponen de zonas desiertas
suficientes, alejadas y practicables para este tipo de
instalaciones. Finalmente, aunque es una probabilidad remota,
pueden producirse nubes de gas con riesgo de importante
deflagración si se inflaman».
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