«¿Dónde se meterá tanta gente?». Ésta es una pregunta que lanzó al aire una de las azafatas del García Lorca, cuando vio como se aglomeraban centenares de personas en la puerta de desembarque. Se trata de una pregunta bastante coherente cuando en el municipio de Eivissa, durante el invierno, hay tan solo 32.000 habitantes y de repente, un día cualquiera de agosto llegan, en un solo barco, más de 600 personas.

Entre el pasaje del García Lorca estaba Antonio, un joven valenciano que viajaba con su esposa. Este joven matrimonio tan solo pasará dos días en Eivissa donde dormirá en un hotel: «Tenemos habitación en un hotel de Sant Antoni que encontramos por casualidad», comenta este valenciano. Pero pese al poco tiempo que disponía, estaba seguro de poder sacar buen provecho del viaje: «De Eivissa lo espero todo, me han contado muchas cosas y todas buenas», dijo con una sonrisa. Entre sus planes contaba con poder ir a la playa, conocer alguna discoteca y pasear por el puerto de Eivissa. Sin duda, se había organizado un fin de semana completo.

Por otro lado, Montse, una granadina de 29 años que viajaba desde Dènia a Palma, aseguró ser una enamorada de la isla: «Me quedo 22 días y duermo en casa de unos amigos. Cualquier año voy y ya no vuelvo a Granada. Mallorca es una isla preciosa que vale la pena visitar». Al igual que Montse, Paquita y Gregorio, un matrimonio que viajaba en el barco, también se dirigían a Mallorca: «Vamos a Palma a ver a nuestra hija que ahora está allí trabajando. Aprovechamos el viaje y de una vez la visitamos y nos tomamos unas pequeñas vacaciones», dice Gregorio riendo. «No es la primera vez que viajamos a la isla, pero hemos cogido el barco porque el avión no me gusta. Además, llegamos muy rápido y es muy barato», concluye.

Asimismo, Jose Antonio, un joven de 25 años y que viajaba con 4 amigos más, tenía habitación en un hotel de Sant Antoni. «Es la primera vez que venimos. Cada año vamos a un sitio diferente y éste ha tocado Eivissa». Este grupo de amigos no tenía pensado salir mucho de marcha en la noche ibicenca: «Hemos venido un fin de semana y pensamos alquilar un coche, ir a la playa y luego comer en algún chiringuitos», comentó Jose Antonio.

La respuesta, pues, a la pregunta que formuló la azafata es sencilla de responder, siempre hay algún amigo dispuesto a dejar una habitación, los hoteles aunque difícilmente, todavía ofrecen alguna que otra plaza y si ni con estas se encuentra ningún lugar para dormir, siempre queda la opción del camping, o... pasar toda la noche en la discoteca.