Karel agarró la manguera para mojar a uno de sus compañeros.

Iván, Carlos o Elena viven en un mundo diferente al nuestro. Para ellos los detalles más insignificantes se convierten en cosas esenciales; por eso es tan importante ofrecerles vías de escape como la que han encontrado gracias a la escuela de verano para discapacitados que ha organizado el Consell Insular en Eivissa, y que ha demostrado ser, en las dos semanas que lleva funcionando, una experiencia muy positiva tanto para los chavales como para sus familias. Su paso, ayer, por el Parque de Bomberos de Eivissa ya ha quedado en su memoria como una jornada inolvidable; pero no sólo para ellos, sino también para sus monitores e incluso para los profesionales que allí trabajan.

Pablo Osuna, responsable de la escuela, comentó que no todo el grupo había podido participar en la excursión. «Los más afectados han tenido que quedarse en la escuela, pero las excursiones están resultando un éxito», dijo. De hecho, mientras ayer tomaban su merienda antes de continuar con las actividades que los bomberos habían preparado para ellos, uno de los chicos recordaba espontáneamente la mañana que pasaron en ses Salines y en Cap des Falcó. «La relación entre ellos está siendo muy buena; muchos ya se conocían, pero otros están haciendo nuevos amigos», comentó Osuna.

Así definía Antonio su paso por el Parque de Bomberos. Incapaz de inclinar la balanza hacia una de las dos salidas en las que ha participado, explicaba excitado algunos de los mejores momentos. La mañana de ayer comenzó con una sesión de disfraces. Los chicos pudieron probarse la indumentaria de los bomberos y comprobar cómo la llama de un mechero bajo el brazo se convierte en un arma inofensiva. Otro de los mejores momentos fue el del baño en la espuma que los bomberos utilizan para apagar los fuegos. Algunos, como Carlos, un chico en silla de ruedas, o Karel, rechazaron en un primer momento el contacto con la espuma. Diez minutos después jugaban empapados con el resto de sus compañeros.