Puede parecer una paradoja que en Eivissa, donde el rey es el sol y la reina la playa, los soláriums puedan tener éxito. Sin embargo, lo tienen. «Es muy normal que un negocio así funcione porque aquí hay mucha gente que trabaja en hostelería y que no tiene tiempo para ir a la playa, entonces en estos sitios les damos la solución para poder lucir un buen bronceado», asegura Encarnación Toro, propietaria de un centro de belleza en Eivissa.

Los soláriums imitan la luz del sol y proporcionan dosis concentradas de rayos ultravioleta (UVA), para así conseguir una piel bronceada en cualquier época del año. «Al contrario de lo que muchos puedan pensar, los rayos UVA son muy sanos», asegura Eva María Serra, encargada de un centro solar de la isla, que también apunta: «Proporcionan los mismos beneficios que el sol pero con mayor calidad y más controlado». De idéntico modo opina Encarnación, «son muy beneficiosos para el cuerpo, pero igual que con el sol, se deben tomar con un cierto control».

Para que el servicio sea saludable y eficaz es necesario un aparato de calidad, uso de crema protectora y también saber qué tipo de piel tiene el cliente. «Le pedimos que conteste una serie de preguntas como el tiempo que tarda en ponerse rojo y el color de su piel y ojos. A partir de los resultados sabemos su sensibilidad y luego podemos aconsejarle con mayor exactitud el número de sesiones y los minutos que necesita», precisa Encarnación Toro.

Ambas, Eva María y Encarnación, recomiendan tener la piel limpia antes de iniciar una sesión de rayos. «Los poros con el calor se abren, la suciedad se mete más y después, cuando se cierran, pican. No se trata de un problema de la máquina o de los rayos UVA, sino que es una falta de higiene», precisa Eva Serra. «También es necesaria una ducha después de una exposición a los UVA porque se han activado los melinocitos (unas células de la piel), y la ducha es necesaria para calmar la activación de estas células fotosensibles», concluye Encarnación, que tiene un máster en estética científica.

A los soláriums va todo tipo de gente. «La verdad es que cada vez estoy más sorprendida, viene gente mayor y también gente recomendada por el fisioterapeuta o dermatólogo. Además, los ibicencos, que al principio eran muy reacios a usar este tipo de servicio, ahora son clientes muy fieles y asiduos», precisa Eva María. El precio de una sesión oscila entre los tres y los diez euros según el tiempo de exposición, así que no hay excusas. ¿Quién sabe? A lo mejor a partir de ahora tendremos un nuevo príncipe... el solárium.