El jueves noche, con motivo de la celebración del día de Sant Ciriac, majestuosos fuegos artificiales dejaban boquiabierta a la aglomeración que una hora antes del acto se encargaba de ocupar un buen puesto en el puerto de Eivissa. La opinión general afirmaba que la jornada de este año ha superado con creces la que tuvo lugar el año anterior. El presupuesto para los fuegos fue de 26.445 euros (4.400.000 de pesetas) la misma cantidad que se invirtió en los anteriores. En el puerto de Eivissa no cabía ni un alfiler, la gente miraba al cielo esperando alguna sorpresa.

El ¡ooooooohhh! del gentío se escuchó durante casi todo el acto siguiendo a un colosal dibujo en el cielo. La noche se estrenó con tres carcasas de colores y una gran bomba de titanio seguido de una secuencia de 70 segundos. Uno de los momentos más gratos de la noche fue el estruendo final constituido por un bombardeo de color que hizo que los espectadores acompañaron con pequeños gritos y silbidos de júbilo final. Durante veinte minutos se vertió un material pirotécnico de 1.301 kilogramos, el público asistente no desechó ni uno de esos minutos y se mantuvo atento durante toda la exhibición pirotécnica.

Daniel, un alemán que veranea en Eivissa, comentaba: «Es la segunda vez que vengo a la isla y la primera que veo los fuegos, repetiré el año que viene, me han gustado mucho» 130 autobuses turísticos se concentraron en la ciudad de Eivissa. 60 de estos vehículos aparcaron en el muelle pesquero y el resto se repartieron entre la avenida 8 de Agosto y carriles de circulación perpendiculares a ésta . El tráfico estuvo controlado hasta las 3:00 de la madrugada. La rotonda de Pacha, la de Santa Eulària y el puerto de Eivissa fueron las zonas con más policía , con el fin de dar salida a la gran cantidad de coches que deseaban llegar a casa después de presenciar los fuegos. Una gran cola humana esperaba la llegada de algún taxi en la parada de la calle Ignacio Wallis.

La policía local aconsejó que se aparcara en los aparcamientos públicos de los alrededores de Eivissa, pero finalmente ni este espacio pudo albergar a tantos vehículos. Caos, que según las opiniones recogidas por este periódico vale la pena sufrir. Los fuegos del 2001 no gozaron de la misma suerte, ya que las circunstancias atmosféricas no acompañaron y las nubes taparon la luz, la gente se arrepintió de haber tomado la decisión de salir de casa. Dalt Vila mostraba sus balcones llenos de espectadores atentos a la magia nocturna del día de Sant Ciriac. Otros destellos luminosos se hacían notar, y es que los flashes de las cámaras fotográficas no dejaron de parpadear durante toda la jornada, plasmando de este modo, muchos de los momentos curiosos,tanto como espectaculares de esta cálida noche de verano.El mar también fue público de este acto, sin duda, el que más saboreó la pólvora.