Un todoterreno aparcado en la puerta del consultorio revela que el
médico, Antonio Florit, 'Don Toni', está atendiendo pacientes.
Florit es uno de los médicos más veteranos en la isla de Eivissa
que ejerce la medicina rural. Lleva 21 años en Sant Miquel y su
consultorio es, sin duda, el que mejor instalaciones cuenta, si se
compara, con los otros tres visitados: el de Sant Agustí, Santa
Gertrudis y Sant Carles. Sin embargo, no siempre fue así: «Antes
había un consultorio bastante pobre en todos los sentidos»,
recuerda este menorquín afincado en el municipio de Sant Joan.
Su horario de consulta empieza a las 9 de la mañana y
acaba,normalmente, a las 17 horas. «Sabemos cuando se empieza pero
no cuando se acaba», precisa. Hace unos años, tanto él como el
doctor Rafael Vargas, de Sant Joan, tenían que estar de guardia las
24 horas del día. Finalmente, se acordó, en cumplimiento de un
decreto, que el servicio ordinario de urgencias de Santa Eulària,
abarcara ambos núcleos rurales. Entre las ventajas de ejercer la
medicina rural se encuentra el contacto cercano con los pacientes y
una forma de trabajar con una mayor autonomía. «Te sientes un poco
independiente a la hora de trabajar y tienes contacto con la vida
rural. Llegas a conocer a toda la gente por su nombre, como si
fueras de la familia», opina el doctor Florit.
«El trabajo es más en equipo en un centro de salud, pero cuando
un paciente empieza a ser de todos se pierde ese trato personal que
me gusta», confiesa Antonio Pallicer, médico de la unidad básica de
Sant Carles desde hace un mes. Pallicer ha vuelto a sus inicios
profesionales: «Trabajé en Santa Eulària en los años 80. Sólo
éramos cuatro médicos: tres pasábamos consulta en el retén policial
y el cuarto en su casa. Más rural imposible», rememora.
La localización de la residencia de personas en núcleos rurales
dispersos y el acercamiento de los servicios sanitarios a la
población son las razones que justifica el trabajo en la unidad
básica de salud. Los pacientes asignados a cada médico rondan los
600 pacientes, historias clínicas, a las 1.200, en el caso de Cala
de Bou. No hay más personal que un médico y una enfermera, salvo en
consultorios más grandes como Sant Miquel donde trabaja una
administrativa de Sant Joan, Ana Torres, que se encarga de tramitar
la documentación oficial del municipio, «es como una pequeña
oficina municipal», explica.
Pero no todos los consultorios son como el de Sant Miquel. La
autonomía de la que gozan los médicos en estos centros tiene, sin
embargo, una contrapartida. «Al no estar en un centro de salud
tienes que hacerte cargo del material . Para pedir un análisis
tengo que ir a buscarlos y ocupa bastante tiempo», apunta el doctor
José Manuel Fraga, a caballo entre la unidad básica de Sant Agustí,
con una población mayor, y Cala de Bou, más joven. Ambas unidades
básicas de salud forman parte del centro de salud de Sant Antoni.
«Tienes que hacer de todo, salvo las citas que se dan en Sant
Antoni», apostilla la enfermera, Carmen de Miguel. No obstante,
siempre hay lo que se denomina como 'espontáneos', gente que acude
a que le vea el médico sin concertar la cita previa. «Son sobre
todo gente mayor, que está acostumbrada a la figura del médico a la
antigua usanza. Llegan y quiere que le vean en el momento», relata
de Miquel.
No hay un mal gesto ante la presencia de 'espontáneos'. No
tienen tanta presión asistencial como en los centros de salud. «En
invierno aparece por la consulta gente caminando o que ha hecho
cuatro kilómetros en una bicicleta. Tienes que atenderles. A nadie
se le niega la asistencia», asegura el doctor Ricardo Llidó, médico
de Santa Gertrudis. Llidó tiene horario partido entre el
ambulatorio de Santa Eulària y el consultorio de Santa Gertrudis,
donde está pasando consulta desde octubre del año pasado. Con
anterioridad, estuvo en Sant Carles. Lo peor que lleva LIidó es la
carretera. «Acabo de pasar consulta en Santa Eulària a las seis
tarde donde he visto a 40 pacientes. Media hora más tarde me están
esperando otros 20 en Santa Gertrudis. Al principio había gente que
no lo entienda, pero ahora ya lo comprenden», explica.
El doctor Fraga y la enfermera De Miquel dividen su jornada de
trabajo semanal entre Cala de Bou y Sant Agustí, unas instalaciones
obsoletas cuya arquitectura es similar a una casa pagesa. El
despacho de Fraga es reducido, poco luminoso y de menores
dimensiones que el de la enfermera. «En Cala de Bou están mejor los
despachos porque son mucho más recientes», explica Carmen de
Miguel. En el quehacer cotidiano de los médicos rurales figura
también las visitas a domicilios, que se hacen en casos en los que
el paciente no puede desplazarse a la unidad básica. «He tenido que
abandonar la consulta para atender un domicilio», apunta el doctor
Florit. Sin embargo, son las enfermeras quienes realizan una
atención, incluso diaria, en algunos domicilios. Carmen de Miguel
acude tres veces a la semana a la casa de Adriana Pedregosa, una
cordobesa, de 96 años, que lleva más de siglo en Eivissa. La
anciana es incapaz de valerse por sí misma. Con esmero, Carmen
limpia las heridas de la mujer postrada en una cama.
El trato con los pacientes es estrecho. «Alguna vez me han
regalado una sobrasada por Navidad cuando estaba en Sant Carles»,
recuerda Llidó. En opinión de Fraga, año y medio en Sant Agustí, el
trato familiar se alcanza con los años: «A la familia se le dice
muchas cosas que no le cuentas al médico. Hay que tratar de
empatizar con el paciente pero cada uno en su lugar». Los pacientes
consultados no escatiman elogios cuando se refieren a los
facultativos. «Estamos supercontentos. A todo el mundo que se lo
pregunte dirá lo mismo», dice María Torres Palau, aquejada de un
resfriado. El jueves pasado fue a visitar al doctor Florit. Iván
Atienza, un joven con una fuerte gripe es parco en palabras. Su
acompañante, su madre Carmen Santos, no duda en elogiar a Fraga:
«Es muy buen médico».
Las peculiaridades geográficas del interior de Eivissa, con
casas diseminadas a las que sólo se accede por caminos rurales, la
mayoría sin asfaltar, convierte a los profesionales de la sanidad
en unos todoterreno. «La primera vez que acudes a la casa te vienen
a buscar Otras veces te hacen un mapa», comenta el doctor Llidó. Al
contrario de lo que se puede pensar, la actividad en los
consultorios, como el de Sant Miquel, se reduce en verano cuando
más turistas hay. No hay tiempo de enfermar en plena temporada.
«Mucha gente hace la temporada y no tiene tiempo de venir a la
consulta», explica Florit.
La mayoría de los pacientes que atienden los médicos rurales son
pacientes crónicos, personas mayores aquejadas de enfermedades
cardiovasculares, hipertensión diabetes. En algunos casos, los más
jóvenes, con hijos, optan por pedir el traslado a los centros de
salud para disponer de la asistencia de un pediatra como ocurre en
Sant Carles. Pallicer, ex director de Atención Primaria, está
satisfecho de volver a sus inicios profesionales con su trabajo
dividido entre el ambulatorio de Santa Eulària y las consultas en
Sant Carles. «Sólo llevo un mes, pero se llega a conocer a un
paciente con su nombre y apellidos», confiesa. «Me gusta trabajar
de médico. Se gana más que como director médico», dice en alusión a
su antiguo cargo del que dimitió tras las transferencias.
La autonomía con la que ejercen su trabajo estos profesionales
de la sanidad tiene también otra lectura, con mucha más
responsabilidad, sobre la que reflexiona el doctor Florit: «Aveces
te encuentras en la consulta con casos un poco complicados y tienes
que 'apechugarlos' solo. Tomas decisiones difíciles, pero sólo en
casos muy esporádicos. Hacemos todo lo que podemos con muy buena
gana».
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