Sencillamente, no funciona. El sonómetro que hace un año compró el
Ayuntamiento de Sant Antoni para medir el ruido que generan los
locales nocturnos quedó inutilizado el primer día que se puso en
funcionamiento: simplemente, se quedó sin batería, según explicó
ayer a este periódico el concejal de Gobernación, José Juan Ferrer,
Blai. El jueves, la oposición progresista presentó una moción en la
que se pregunta qué ocurre con ese aparato, que costó un millón de
pesetas y que aún no ha sido puesto en funcionamiento.
Lo que ocurre es que está averiado. El sonómetro se adquirió el
año pasado, pero hasta el comienzo del verano no se comenzó a
enseñar su manejo a siete policías locales. Terminadas las clases
teóricas, se procedió a la práctica, pero cuando fueron a ponerlo
en funcionamiento en un local de Sant Antoni, nada, ni una sola luz
se encendió: se había agotado la batería y, como consecuencia, el
aparato quedó bloqueado.
Tras esta curiosa situación, que ocurrió hace una semana, se
envió el sonómetro a la empresa que la fabricó, ya que se encuentra
aún bajo garantía: «Nosotros no podíamos abrirlo -señaló el
concejal de Gobernación-. Es la empresa la que ha de equilibrarlo».
De momento, no se ha dado uso a la adquisición millonaria, si bien
José Juan Ferrer augura que «está al llegar» y que se empleará
inmediatamente para controlar los ruidos de los locales.
El municipio que ya ha puesto en marcha medidas contra los
ruidos ha sido el de Santa Eulària, que acaba de abrir un
expediente a una residente en Santa Gertrudis por el ruido que
producía su generador, que sobrepasaba en 7'7 decibelios los
niveles autorizados, situación que provocaba quejas continuas de
los vecinos. La sanción podría elevarse hasta las 100.000
pesetas.
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