El «Pepito y Teresa» tiene los días contados. Este arrastrero o
barca de bou que desde hace décadas tenía su base en la Savina ya
ha empezado la cuenta atrás para su inminente desaparación. La
semana que viene, desprovista del motor y de todos los aparejos
metálicos, será remolcada hasta un lugar ya predeterminado, frente
a la playa de Migjorn, se abrirán los grifos de fondo y el agua
empezará a entrar llevándola irremisiblemente hasta las
profundidades.
Será una lucha dramática entre el barco y el mar. «A veces una
embarcación tarda tres o cuatro horas en hundirse», señala Jesús
Valera, capitán marítimo de Eivissa y Formentera. Y eso sucede pese
a que el barco posee de por sí un lastres al que se añade una gran
cantidad de cemento para facilitar la operación. «Hasta al más
curtido marinero se le ponen los pelos de punta -afirma Valera-, y
he visto en muchas ocasiones lo que la gente da en llamar lobos de
mar , personas curtidas en un medio tan difícil, llorando a lágrima
viva mientras la embarcación se resiste a desaparecer bajo las
aguas».
Es un hecho excepcional: será uno de los últimos barcos que
sumergidos en el mar en lugar de ser desguazado o desballestado. La
legislación ha ido cambiando con el tiempo y se ha ido
restringiendo o prohibiendo taxativamente el hundimiento de los
barcos que quedan fuera de servicio. Uno de los motivos estriba en
los materiales con los que está construído ya que los componentes
metálicos de la mayoría de ellos no son, en ningún caso, elementos
que el mar aprecie.
Sin embargo, el «Pepito y Teresa», embarcación construida en
Santa Pola en el año 1960, es de madera y aunque posee un motor que
le será sacado en Eivissa y unos cabestrantes igualmente metálicos
que también le serán eliminados, acabará cascarón de nuez, madera e
historia, convirtiéndose en un arrecife artificial proclive a la
cría de especies marinas. La última embarcación que se hundió
voluntariamente en las proximidades de Formentera fue el mercante
«Río Mandeo» hace unos quince años; tal y como certificó en su día
la Capitanía Marítima de las isla, yace ahora en el légamo marino
en la prolongación de la punta del faro de la Mola.
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