La vivienda es una necesidad básica y un derecho. Sin embargo, este tema se ha convertido en uno de los principales quebraderos de cabeza de los ciudadanos, en tema de conversación por las irregularidades que se detectan en las viviendas, en el sector con más alta siniestralidad laboral y uno de los cauces principales para el blanqueo de dinero. Sindicatos, particulares consultados y los propios trabajadores de la construcción contemplan entre escépticos y críticos cómo este sector se ha ido corrompiendo con el tiempo.

Los que están a pie de obra y conocen las diferentes calidades con las que se hacen las viviendas lo tienen muy claro: no se comprarían una vivienda de nueva construcción en Eivissa. Salvo casos muy puntuales, los empleados de obra consultados aseguran que el empeño del constructor por ahorrar dinero en las construcciones está derivando en la utilización de materiales de escasísima calidad. «Un constructor se puede llegar a ahorrar cinco millones de pesetas en materiales por cada piso que construye», comenta un albañil.

A la vista está cómo en numerosos edificios combinan bloque de cemento con ladrillo de manera indiscriminada, como formando un mosaico. Pero no es un mosaico, es la pared de una vivienda que para muchas personas «supone el desembolso del 40 por ciento o más del sueldo y el lugar donde van a residir el resto de sus vidas», comentan en la Unión de Consumidores. Cualquier trabajador de obra sabe que el bloque no sólo es más barato que el ladrillo sino que su capacidad como aislante es peor, permite las filtraciones de humedad y es insalubre.

No se trata de que el constructor no tenga dinero para pagar buenos materiales. Según los empleados consultados el empresario prefiere gastar el dinero que se ahorra en «materia prima» en conseguir mano de obra a destajo, que trabaje rápido y acorte los tiempos de entrega.

El hecho de que se esté acelerando la ejecución de la obra se debe al interés de algunos de estos empresarios en ejecutar las obras antes de que entre en circulación el euro. «El dinero que se invierte en estas obras no siempre es legal por lo que al empresario le interesa deshacerse de las pesetas, es decir, blanquear este capital antes de que entre el euro y les resulte difícil justificar ese dinero conseguido de formas poco legales», explica un escayolista. Este tipo de críticas, lejos de ser meras elucubraciones, son conversación habitual en las obras e incluso motivo de alardeo por parte de los empresarios, según indican los propios empleados.