Ninguna hora es buena, pero la de la vuelta de la playa es la peor.
En agosto, ya se sabe, todo está lleno en Eivissa y las carreteras
no son una excepción. Y aunque ni a primera hora de la mañana se
consigue circular con total normalidad (precisamente es en esas
horas en las que se mezclan en las carreteras los que se acaban de
levantar con los que todavía no lo han hecho), no hay duda de que
los peores momentos llegan con la caída de la tarde.
Hablar de puntos negros en estas fechas es hablar de
prácticamente cualquier lugar de nuestra red viaria, aunque los más
espectaculares son, sin duda, las rotondas, especialmente las que
dan acceso a la ciudad de Eivissa. Es por todos conocido el
monumental atasco de la avenida Santa Eulària que se complica
porque muchos conductores intentan, desesperados, abandonar la
ciudad a través de algunas de las calles perpendiculares y para
ello deben cruzar la hilera de vehículos parados que accede a
Bartolomé Rosselló.
Fuera de la ciudad también son históricos el cruce de Jesús,
donde más de uno harto de esperar se cambia de carril en una
arriesgada y peligrosa maniobra, o la rotonda del barrio de can
Cifre, en la que se juntan los que van o vuelven de la playa de ses
Salines, los del aeropuerto y los de la carretera de Sant Josep. A
las ocho de la tarde este punto se puede convertir en el infierno
de cualquier conductor con prisa.
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