R. BELTRÀN Cada año es más numeroso el público que decide presenciar los actos en conmemoración de la Conquesta catalana de las Pitiüses. Así, acuden de todos los rincones de la isla para asistir a la misa oficiada por el obispo de las Pitiüses, Agustín Cortés, y escuchar el discurso institucional, todos ellos ataviados con sus mejores galas. No obstante, el calor que caracteriza al verano pitiuso se dejó notar una vez más. Así, los abanicos vibraban en el oficio de la Catedral, y algunos fieles tuvieron que salir del recinto para tomar un poco del aire fresco que faltaba en el recinto.

Al acabar el acto religioso, las autoridades civiles, militares y religiosas, acompañados por los ciudadanos, bajaron en procesión al mirador del Ayuntamiento de Eivissa donde se ubica el monumento a Guillem de Montgrí. Durante el periplo, un vecino de Eivissa echó en falta a la banda de música que siempre animaba esta procesión. «Preguntadle a los políticos dónde están los músicos», repetía. Además, el mismo ciudadano observó que, a pesar de la restricción del tráfico rodado en Dalt Vila, los coches aparcados en las callejuelas entorpecían los pasos de los participantes, así como la entrada del obispo al Convent.

Más sufridas fueron las colles de ball pagès que presenciaron los discursos del vicepresidente del Govern balear, Pere Sampol , y la presidenta del Consell Insular pitiuso, Pilar Costa, a pleno sol y vestidos con los trajes típicos de las islas. No obstante, a pesar del silencio reinante, uno de los más jóvenes payeses no resistía más y preguntaba a su madre: «¿Van a seguir hablando? ¿Tiene que hablar más gente?». Por último, los fuertes petardos que marcaron el final de la celebración asustaron a más de un presente. Incluso un pequeño que formaba parte de una colla estalló en llanto y pidió el consuelo de su madre.