Hoy se cumple una semana desde que las zonas azules entraron en vigor en diferentes áreas del entorno urbano. A simple vista, lo único que ha cambiado es el color de las aceras, el número de vehículos que deambulan por las calles y por supuesto, la introducción de una nueva tribu urbana: los controladores.

Vestidos de blanco y azul (no podía ser de otra forma) y cargados hasta la saciedad con móviles, manos libres y walkie-talkies estos once trabajadores de la empresa Sabas comparten su escenario de acción con viandantes, policías o turistas. Su única arma, la palabra, y más de una ya la ha perdido en estas siete primeras jornadas de trabajo. No se confundan, no ha sido por discutir ni por gritar sino por una razón más sencilla: explicar a los usuarios las novedades. La información es uno de los requisitos clave a la hora de comprender el funcionamiento del nuevo sistema de control y son muchos los ciudadanos que creen que no es suficiente, e incluso se atreven a señalar un aspecto concreto: la dificultad de utilización de los parquímetros.

El modelo, según explica Silvia Vázquez, responsable de medios de la empresa concesionaria del servicio, «es una réplica de los instalados en las ciudades de Villafranca del Penedés, Igualada o Blanes y la complicación es mínima», concluye. Algunos no debieron creerlo así y mostraron su desacuerdo sellando con silicona ocho de ellos el pasado fin de semana.