El festival Elektrocine comenzó hace tres años. La fecha de 1997 identifica, con el nacimiento de la Asociación Cinematográfica Pitiusa, el origen de una idea que se apoya en el entusiasmo de sus promotores y el apoyo incondicional de la audiencia. Un proyecto elaborado por Fernando Monge, actual director del certamen, puso el primer peldaño de una estructura que concluye el próximo sábado su penúltimo escalón.

La idea originaria era «hacer una propuesta novedosa que permitiera ver lo que se hace fuera y también la producción balear compaginando tanto formato de vídeo como de cine», apunta Marco Torres, miembro de la organización. «Lo importante no son los medios que se utilizan para realizar las obras sino lo que se dice y cómo», continúa. Monge y Torres son los únicos que permanecen del núcleo fundacional ya que, pese a que el año pasado Begoña Marín también actuaba como responsable, en esta ocasión su intervención es de mera colaboradora.

El trío se ha visto reforzado en la edición actual. Tras el éxito -avalado por público y crítica de estas tres primeras jornadas- se desarrolla el trabajo de 15 personas de edades, ocupaciones e inquietudes muy diversas que desde administración a vendedores de taquillas se reparten los empleos, duplicando e incluso triplicando sus funciones a lo largo del día.

A todos les une la pasión por el celuloide, tanto detrás como delante de una cámara, y una labor que comenzó a ejecutarse nada más cerrar la pasada edición. Porque fue entonces cuando se comenzaron a recibir solicitudes para participar en la próxima convocatoria y numerosos interrogantes que llegaron a través de cartas y faxes.