Las Pitiüses empezaron a recibir a los primeros viajeros
calificados como turistas a comienzos del siglo XX. Antes de la
Guerra Civil hubo, incluso, algunos proyectos de urbanizaciones
turísticas que no llegaron a realizarse y, hasta 1959, no se
produjo el boom del turismo de masas. Para Eivissa y Formentera
esta industria empezó a ser significativa en los años sesenta,
cuando se alcanzó la cifra de 31.000 visitantes, principalmente
españoles y, en segundo término, franceses y británicos.
Estas son algunas de las pinceladas sobre el pasado turístico de
las islas que dio el pasado viernes el catedrático Pere Salvà i
Tomàs en el transcurso de una conferencia en la que analizó también
las perspectivas de futuro de nuestra principal fuente de ingresos.
Salvà continuó su repaso histórico recordando las dos grandes
crisis sufridas por el sector: la de 1985, que en su opinión estuvo
provocada por los propios touroperadores y la de finales de los
ochenta y principios de los noventa, motivada por los conflictos
bélicos del golfo Pérsico.
Desde entonces, se han producido una serie de modificaciones
entre las que el catedrático en Geografía Humana citó la evolución
del perfil del turista (ha pasado a predominar el extranjero frente
al español), el cambio en el medio de transporte (avión frente a
barco), la fuerte inmigración provocada por la demanda de mano de
obra durante la temporada de verano, la marcada estacionalización
(la más acusada de toda Balears) y la existencia de una amplia
oferta hotelera de baja calidad o, incluso, ilegal.
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