El futuro de la iglesia pitiusa tiene nombres y apellidos: Pere López "de 30 años" Vicent Tur, de 18, y Toni Ferrer, también de 30. Ellos son los únicos ibicencos que en la actualidad estudian en seminarios para convertirse, próximamanete, en sacerdotes. Los dos primeros pasan ahora unos días en Eivissa, aprovechando las fiestas de Fallas que se celebran en Valencia, donde estudian, y accedieron a hablar con este periódico. Por su parte, Toni reside en Salamanca, en cuyo seminario cursa Ciencias Religiosas. Desde hace 30 años, todas las personas con vocación religiosa deben marchar a la península para continuar con su formación; el nombre de «seminario» que se otorga al instituto Santo Domingo Savio es algo puramente testimonial, como señala el delegado de Vocaciones del Obispado de las Pitiüses, Vicent Ribas.

De todas maneras, ¿hay crisis de vocaciones en Eivissa y Formentera? «Crisis quizá no, lo que sí que nos encontramos es con un vacío generacional, tenemos sacerdotes muy mayores y muy jóvenes. No hay casi ninguno de mediana edad», señala Vicent Tur, el más joven. Este hueco se debe, según Vicent Ribas, al boom turístico de los años 60 y 70, que acabó por modificar nuestros valores. «De todas maneras, en las Pitiüses hay tan pocos seminaristas como en el resto de nuestro país. La escasez de vocaciones se da en toda España», indica López.

Tanto Pere López como Vicent Tur decidieron a una temprana edad consagrar su vida a la iglesia. Antes de formalizar su entrada en el seminario, ambos había estado estrechamente relacionados con la religión. «Todos los que decidimos convertirnos en sacerdotes hemos comenzado haciendo de monaguillos. Yo, por ejemplo, estuve en el Grup Gent Jove, una asociación juvenil de orientación católica», señala Vicent, quien añade que en muy contadas ocasiones se dan vocaciones en personas sin ninguna relación con la iglesia.

«Decir en casa que quería convertirme en sacerdote fue una cosa muy dura. Sin embargo, ahora puedo decir que están muy contentos con mi opción», señala Pere, refiriéndose a lo «sorprendente» "como él lo define" el hecho de que alguien quiera dedicar su vida a Dios. «Desgraciadamente, hoy en día parece más normal declararse consumidor habitual de drogas que religioso», lamenta el delegado de Vocaciones del Obispado. Los amigos de ambos aceptaron su decisión sin demasiadas preguntas: «Bueno, a algunos les sorprendió que nos propusieramos una vida privada de ciertas cosas», explica Vicent.