La historiadora y arqueóloga María José Escandell durante la restauración de una de las piezas donadas por Julián Verdera al museo. Foto: VICENÇ FENOLLOSA.
A principios de este siglo, pasear por los pueblos de Eivissa era más bien arriesgado. No era el salvaje Oeste americano, pero se le parecía bastante, puesto que andar por la calle con un arma encima era de lo más normal. Tanto era así, que la Guardia Civil acostumbraba a efectuar redadas entre los jóvenes que salían de misa los domingos, como señala la directora del Museu Etnològic d'Eivissa, Lina Sansano. Con el paso del tiempo, esta ruda costumbre desapareció, y las armas fueron quedando en desuso, escondidas en los baúles. Julián Verdera, un vecino de Eivissa, se llevó una buena sorpresa cuando, hace pocos años, descubrió uno de estos arsenales enterrados en el suelo de uno de sus hoteles de Figueretes. Las armas, una impresionante colección de pistolones, escopetas y trabucos, todavía funcionaban, a pesar del óxido acumulado con el tiempo. Manuel y Catalina, los hijos de Julián Verdera, han decidido ceder temporalmente esta colección al Museu Etnològic, para que las restaure y los exhiba en sus vitrinas.
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