Anverso del documento que acredita a Manuel González Santamaría como militar del ejército republicano.

Su última ilusión fue vivir lo suficiente para ver el nacimiento del año 2000. Lo consiguió, pero cuatro días después moría en Eivissa a los 80 años de edad. Se fue Manuel González Santamaría, coronel de la República, militante histórico del socialismo y testimonio de los años de prisión y exilio que padecieron los combatientes del bando perdedor de la Guerra Civil. Le sobreviven su mujer y sus dos hijos.

González Santamaría nació en Madrid y desde muy temprana edad militó en las Juventudes Socialistas. El estallido de la guerra le lanzó, como a tantos otros, a la batalla. Duró varios años en el frente, hasta que el 29 de abril de 1939 cayó en manos de los nacionales. Allí comenzó su peregrinación por los penales de la época, algunos de ellos denominados «batallones de trabajo». En el momento de su captura, su graduación era de capitán de las tropas republicanas. La primera prisión que pisó fue la de Abatera, en Alicante, donde permaneció «dos o tres meses», como consta en su expediente de certificación acreditiva de permanencia efectiva en prisión. Tras ésta, llegaron Rentería, Madrid, Ocaña, Villaverde y Plasencia, de la que desertó en 1943 para vivir en clandestinidad. Los cuatro años de trabajos forzados le hicieron preferir dos años en Bilbao escondido a volver tras las rejas. Desde el País Vasco escapó al exilio en Francia. Sin embargo, en 1950 cruzó la frontera otra vez; lo detuvieron, de nuevo, en San Sebastián.

Santamaría no abandonó nunca su militancia política, a pesar de que le había llevado a estar preso durante tantos años. El secretario de organización del PSOE de Eivissa, Carlos Salinas, le recuerda como una persona «muy activa», que no se perdía ni una de las asambleas que antes celebraba este partido: «Venía siempre montado en su bicicleta y participaba en lo que podía. Aquí se le quería mucho». Este militar republicano no sólo estaba al corriente de lo que hacía su partido en Eivissa, sino que no se perdía ni uno sólo de los congresos federales que el PSOE celebraba en Madrid. Acudía a las reuniones con una invitación personal del presidente de la formación, el fallecido Ramón Rubial, como explica Salinas.