A Omar le gusta jugar con sus amigos. Tiene 10 años y le brillan los ojos cuando mira a su alrededor. Ahora es feliz. Las últimas semanas las ha dedicado a disfrutar del paisaje y de las playas de Eivissa. Su tez morena y su alegría desbordante son su tarjeta de presentación en un país ajeno. Y como él, 40 jóvenes, niños y niñas que llegaron a Eivissa y Formentera a principios de verano desde los campamentos de la República Saharaui en el exilio, en el sur de Argelia, cerca de Tinduf.
Los 29 niños que han convivido con familias españolas en Eivissa pasaron ayer una jornada festiva antes de partir hacia su lugar de origen el próximo día 29. Una merienda y unos juegos infantiles en el «Game Park» de Platja d'en Bossa fueron suficientes para hacer felices a estos pequeños marcados por la pérdida de algún familiar durante los 25 años de conflicto sufridos entre el frente polisario y el Gobierno de Marruecos.
Todo ello organizado por la Asociación de Vecinos Can Raspalls y el Ayuntamiento de Sant Josep. «Ellos son la cara inocente de la guerra, ellos son la esperanza para un futuro libre para nuestro pueblo», asegura Chej Lekbir, un joven farmacéutico saharaui que trabaja en Eivissa y quiere montar en los campamentos un laboratorio de medicamentos.
Lekbir cuenta que su pueblo no pierde la esperanza de que para el año 2000 se celebre un referéndum que permita «una independencia justa que termine con la ocupación marroquí». Para ello es necesario que la ONU vele por asegurar las garantías necesarias para su celebración.
Al margen de lo político Lekbir comenta que los niños «se han adaptado perfectamente a las familias ibicencas. Agradezco profundamente el trato prestado a las asociaciones de amigos con los saharauis y a todas las personas e instituciones que nos han hecho pasar un verano que nunca olvidaremos».
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