Marga Guasch, a las puertas de su tienda, tras su charla con Periódico de Ibiza y Formentera. | Toni Planells

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Margarita Guasch (Sant Carles, 1955) ha pasado buena parte ed su vida tras la barra de Es Pi Ver, el bar que fundó con su entonces marido en Sant Miquel y del que ha sido responsable hasta su jubilación hace unos años. Sin embargo, su infancia transcurrió en el Sant Carles de los años 60, donde creció antes de que los estudios la llevaran a Vila como interna en la Consolación.

—¿Dónde nació usted?

—Nací en Can Toni de Sa Caseta, en Sant Carles. Mis padres eran Toni de Sa Caseta y Eulària d’en Sendic, de Santa Eulària. Yo era la segunda de cuatro hermanos. Eulària, la mayor; Toni, detrás de mí, y Maria, la más pequeña. Al ser yo la segunda chica y detrás de mí ir el único chico, a la hora de hacer ropa nueva se la hacían para ellos, y a mí me tocaba heredar la que le quedaba pequeña a mi hermana mayor. Por eso, dentro de mi cabeza de niña, pensaba que a mí no me querían de la misma manera que a las demás y creía que yo era adoptada (ríe). De hecho, para meterse conmigo, mis hermanas me llamaban ‘la adoptada’ (más risas). En realidad, mis padres siempre nos trataron muy bien.

—¿A qué se dedicaban sus padres?

—Mi madre hacía punto para una señora que vendía ropa en Barcelona, además de trabajar en el campo y dedicarse a la casa y a los hijos, como la gran mayoría de mujeres de la época. En casa teníamos terreno, pero no teníamos agua para hacer huerto, así que trabajábamos la finca de un vecino que sí que tenía pozo. El trato era ir a medias con la producción, y yo no podía entender, por ejemplo, por qué teníamos que darle al vecino uno de los dos sacos de patatas que habíamos recogido. Mi padre, además de trabajar en el campo, también trabajaba en la construcción para poder ganar algo de dinero para nuestros estudios. Esa era una de sus máximas prioridades: que pudiéramos estudiar aunque viviéramos lejos de Vila. Mi padre, igual que mi abuelo, que sabía escribir, siempre fue muy inquieto. De hecho, formó la primera comisión de fiestas en Sant Carles y también impulsó el Club de la Tercera Edad del pueblo. Además, se apuntó a los primeros cursos de la Universitat de Majors.

—¿Consiguió que estudiaran?

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—Sí. Cuando terminamos el colegio en Sant Carles, donde cada mañana cantábamos el ‘Cara al Sol’ en el colegio de niñas, y tras dos años sacándome los primeros años de Bachiller por libre, me fui interna a las monjas de la Consolación para terminar el bachillerato. Estábamos allí toda la semana, y los sábados iba a Sant Carles. Los lunes a primera hora, mi padre me llevaba hasta el autobús en Santa Eulària, «es camión», con su Moto Guzzi. Luego, igual que mi hermana, empecé a quedarme en la casa de una señora soltera que, además de alquilarte una habitación, hacerte la comida y lavarte la ropa, te enseñaba a coser y bordar. Se llamaba Pepa Bernat.

—¿Continuó con sus estudios?

—No. Al terminar el bachillerato, me saqué, a distancia con CCC, el título de Administración y al poco tiempo me puse a trabajar en la oficina de una panadería. Era lo que había sido el Forn de Can Manyà, que lo compró Torres Costa y fundó la empresa INALIBSA (Industrias Alimentarias de Ibiza S.A.). Estuve trabajando en las oficinas de la panadería durante unos 10 años, hasta que tuve a mi hijo Vicent.

—Entiendo que, mientras tanto, se casó.

—Así es. Me casé en 1982 con Vicent Caramunt y no tardamos en tener a nuestra primera hija, pero solo vivió unas seis horas después de nacer. Entiendo que no es el mismo duelo que el de una madre que ha perdido un hijo con una edad más avanzada, pero lo pasé muy mal y no hay año que no la recuerde en su fecha. Por eso, el segundo embarazo fue de riesgo y decidí dejar de trabajar.

—¿Volvió a trabajar?

—Sí. Vicent y yo montamos una pescadería en Sant Miquel que tuvimos durante unos 10 años, hasta que montamos la cafetería Es Pi Ver, que era su ilusión. En el 2000 me separé y le compré el bar. Lo he estado llevando hasta que me he jubilado hace unos cinco o seis años. Ahora me dedico a cuidar de Àlex e Iris, mis nietos, y a vivir tranquila.