—¿Dónde nació usted?
—Mi hermano Miquel y yo nacimos en Sant Jordi, de donde es toda mi familia. Nacimos en Can Toni Bonet, la casa donde vivíamos con mis padres, Toni y Antonia.
—¿A qué se dedicaban sus padres?
—Mi madre era payesa y se dedicaba a cuidar de la finca familiar, Es Prat d’en Fita. Mi padre, además, siempre fue salinero, que era donde le tenían asegurado y donde podía sacar alguna peseta. Él era de esos que recogían la sal con una ‘senalla’ en la cabeza. Trabajó allí toda la vida. Poco después murió, y es que el oficio de salinero era un trabajo que te destrozaba físicamente. En época de cosecha, cada mañana cogía la bicicleta para ir hasta las salinas atravesando el frío y el hielo que se formaba en el camino. Llegaban a juntarse 40 o 50 bicicletas, casi todo el pueblo iba a trabajar allí. Todavía recuerdo cuando los convocaban para ir a cargar un barco. Entonces no había móviles, claro, y lo que hacían era una gran hoguera para que todo el pueblo viera el humo y fuera a trabajar la mañana siguiente. Cuando venían los barcos era cuando más dinero se ganaba.
—¿Acompañaba alguna vez a su padre a la salinera?
—No. Yo ayudaba en casa. La finca de la familia de mi madre era grande y, en aquellos tiempos, había mucha agua (ahora hay poca y salada). Se sembraba muchísimo: tomate, lechuga, patata, boniato, col… y mi madre trabajaba muchísimo. Además, cuidaba de los animales: cerdos y vacas, básicamente. Lo que hacía yo, básicamente, era cortar hierba o segar con la ‘fauç’, sembrar o lo que hiciera falta.
—¿Iba al colegio?
—Sí, claro. Iba con don Fernando de s’Anisseta, que venía con su Mobylette desde Vila cada día. Era un buen maestro. Un poco duro, eso sí: si te portabas mal, te hacía poner los dedos así (junta los dedos de su mano) y te daba con la regla (se golpea los dedos con la otra mano para imitar el castigo). Un día esquivé la regla y le dio a la mesa, entonces me dio por el cogote. Me enfadé muchísimo, fue injusto y mis padres acabaron hablando con él. Esos tratos hoy en día son inconcebibles. Mucho menos lo de fumar como lo hacía el maestro. Parece que todavía lo veo encendiéndose uno de sus Chesterfield, tosiendo y, acto seguido, escupiendo al suelo.
—¿Continuó estudiando?
—No. Fui al colegio hasta los 15 años y me puse a trabajar como aprendiz de camarero durante unos años en el hotel Ebeso, aunque poco después me mandaron al Mare Nostrum, que era de los mismos dueños. Prácticamente todos mis vecinos y conocidos trabajaban allí. No pagaban mal del todo, 10.000 pesetas al mes, pero también nos daban comida y una habitación. Eso sí, trabajábamos muchas horas. Allí aprendí todo el inglés que sé. Cuando me cansé, me puse a trabajar en Autos Ibiza repartiendo coches de alquiler por los hoteles de toda la isla. Se ganaba más y podía tener algún día libre de vez en cuando y vacaciones durante todo el invierno. También se trabajaba mucho, pero no había que llevar chaqueta, camisa y pajarita: no se sudaba tanto.
—¿Trabajó siempre en Autos Ibiza?
—No. Solo unos años, hasta que me saqué el carnet y me puse a trabajar como técnico de mantenimiento en el Ayuntamiento de Sant Josep durante muchos años, todos ellos con Pep ‘Rosselló’ como alcalde. Me encargaba de poner una señal aquí un día, arreglar un jardín otro día, bajar al sótano a colocar los expedientes en el archivo, llevar tal o cual cosa a un colegio o lo que fuera, hasta que me retiré en 2005 tras una operación. Desde entonces, me dedico a vivir bien, a seguir cuidando de la finca des Prat d’en Fita y a viajar con Esperança, mi mujer. Vamos mucho a Benidorm, prefiero el ambiente que hay allí, pero también hemos ido de crucero a Marruecos, Francia o Italia y viajes más largos, como a Emiratos Árabes o a Miami, donde hemos ido un par de veces y no descartamos volver un par de veces más.
1 comentario
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20 años despues, Manolo de sa Aniseta seguia haciendo lo mismo en las clases, ostiando, fumando, tosiendo y escup... que asco me daba.