Fernando Martínez en el Parque de la Paz tras su charla con Periódico de Ibiza y Formentera. | Toni Planells

Fernando Martínez (Guadix, Granada, 1948) llegó a Ibiza en 1969, donde fundó su familia y desarrolló su vida laboral como conductor.

—¿Dónde nació usted?

—Nací en Guadix, Granada. Yo fui el cuarto de los seis hijos que tuvieron José Manuel y Ana María, mis padres.

—¿A qué se dedicaban sus padres?

—A lo que se dedicaba todo el mundo por aquel entonces: a la tierra. Ellos tenían sus tierras en propiedad. Había y hay unos 60.000 mil metros en un lado, 25 en otro lado y el de la casa, que tendrá unos treinta y tantos mil más.

—Tanto terreno, tendrían trabajadores en sus tierras.

—Solo venía gente en tiempos de cosecha. Bajaban de la sierra unos trabajadores que eran unos verdaderos fenómenos. Vestían con una camisa y una faja que no me explicaba cómo no se morían del calor. Ellos decían que con el sudor se les refrescaba el cuerpo. El resto del año lo llevábamos entre la familia. Mi padre siempre decía que todo lo que pudiéramos sacar por nosotros mismos era mejor que contratar a gente de fuera. Que nos costaba más la mano de obra que lo que pudiéramos sacar.

—Entiendo que le tocó trabajar a usted en las tierras de sus padres.

—Así es. Desde muy joven nos ocupábamos de cualquier cosa que tocara hacer en el campo. Cuando tocaba sembrar, sembrar, cuando tocaba labrar, labrar, cuando no era regar, recoger almendra, bellota... El campo tiene mucho trabajo, además de los animales.

—¿Cuándo iba al colegio?

—Al colegio no fuimos. Mi padre pagaba a un maestro para que nos enseñara por las noches en casa las cuatro cosas imprescindibles. Esta era la manera de pensar de mis padres y mis abuelos. Que era mejor pagarnos un maestro por las noches y poder trabajar en casa durante el día.

—¿Trabajó siempre en las tierras de su familia?

—No. A los 13 años me fui con mi hermano mayor, José, a trabajar a Alicante. José trabajó en una fábrica de vigas. Yo trabajé en los almacenes de una empresa de exportación de frutas de una familia muy rica.

—¿Estuvo mucho tiempo en Alicante?

—Estuve algún tiempo antes de irme a Francia, también con mi hermano José, a hacer una temporada de seis meses en unos viñedos. Pasado ese tiempo pasé unos días en Barcelona con un primo antes de irme a Ibiza.

—¿Qué le llevó a Ibiza?

—Un primo, Gerónimo, que estaba trabajando en las obras del Aeropuerto de Ibiza. Cuando me dijo que si quería venir que solo tenía que sacarme un billete, yo no sabía ni que existiera Ibiza.

—¿Cómo fue su desembarco en Ibiza?

—Me pasé 12 o 14 horas en ese barco, que se movía de lado a lado todo el tiempo. No recuerdo el nombre, pero era uno de esos que cargaba los coches con unas redes. Era la primera vez que me subía a un barco y lo pasé fatal.

—¿Qué impresión le dio la isla a su llegada?

—Lo que más me sorprendió fueron los hippies que todavía quedaban en el 69. Según me contaron no eran lo mismo que los primeros que habían llegado a Ibiza. Decían que los primeros tenían dinero, pero estos no tenían ni un duro. Yo nunca había visto a gente tan desgreñada y mal vestida. En los pueblos, si te pillaban con estas pintas, la misma Guardia Civil se encargaba de cortarte las greñas. ¡Hasta de sulfatarte y todo! Yo creo que Ibiza era el único lugar de España donde se podía ir de esta manera. Al menos yo no lo había visto en ningún otro lugar.

—¿Le sorprendió también la presencia de turistas extranjeros?

—No. Extranjeros ya había visto en Barcelona, París o Alicante. En Ibiza iba mucho con los amigos por Cala Llenya, Es Figueral o Es Canar y por allí había mucho turista.

—¿Le costó mucho encontrar trabajo en Ibiza?

—No. Al poco tiempo de llegar ya estaba trabajando en la construcción de la Banca March en Ibiza y haciendo el emisario de Santa Eulària con los ‘hombres rana’.

—¿Se quedó en el sector de la construcción?

—No. No tardé mucho en ponerme a trabajar en Naviera Mallorquina como conductor. Estuve contratado más de 20 años, hasta que cambió a Trasmediterránea y seguí trabajando para ellos, pero como autónomo hasta que me jubilé hace unos años. Fui de los primeros en sacarme el carnet de mercancías peligrosas a principios de los 80, cuando empezaron a exigirlo. Este oficio me ofreció la oportunidad de conocer a mucha gente y de hacer buenos amigos, como los de la Damm, donde no quería ir nadie y siempre iba yo.

—¿Hizo familia en Ibiza?

—Sí. En Ibiza hice mi vida y mi familia. Aunque nunca pensé que fuera a quedarme, hoy en día me siento ibicenco y le estoy muy agradecido a todo lo que me ha dado la isla y cómo me ha tratado. Me casé en 1975 con Mari Carmen. Tuvimos a nuestras hijas, Eva y Sandra, y ahora tenemos a nuestros nietos, Carlos y Cloe.

—¿A qué dedica su jubilación?

—A entretenerme en el huerto que tengo cerca del Club de Campo. Allí siembro cuatro cosas y me paso el tiempo.