—¿Dónde nació usted?
—Nací en el grupo de viviendas de Santa Margarita, más conocidas como Ses Protegides. En la mesa del comedor, concretamente. Allí también nació mi hermano, Mariano, y vivíamos con mi abuela materna, Maria, que era de Cala Llonga. Eran de Ca ses Guillemes. Mi padre, Jaume, era el menor de seis hermanos, su padre era Mariano d'es Sereno y su madre, Maria, era de Mahón, de ahí que a mi padre le llamaran por su apellido, Fortuny. Trabajó, desde los 14 años hasta que murió a los 55, como auxiliar de farmacia en Dr. Marí, con Bartolomé, en la calle Aníbal, la calle de las farmacias. Donde yo también estuve trabajando un tiempo en el laboratorio y donde mi hermano sigue trabajando. Si haces un círculo con el centro en Ses Protegides, tienes donde he pasado toda mi vida, hasta que, hace 18 años, me fui a vivir a Jesús. Toda mi familia vivía en ese perímetro. Me conozco tanto la zona que, si no fuera porque no me gusta la política, podría ser la alcaldesa (ríe).
—Habrá visto cambiar mucho este entorno del centro de Vila
—Ya lo creo. Piensa que he visto construir el edificio Astoria, he visto tumbar el viejo instituto de Santa María para construir el nuevo, he visto construir la Delegación del Gobierno, que ya no existe, también he visto echar abajo Sa Graduada, donde fui al colegio, para construir los juzgados. Esta zona estaba llena de casas bajas, yo iba a hacer bolillo al porche de una de ellas, la de Margarita Lliteres, cuando era niña. Mis abuelos, cuando bajaron de Dalt Vila, vivieron en una de esas casas que todavía existe, donde está la autoescuela Ibiza Conduce. Estaba la casa antigua de Ses Canyes y las calles eran de tierra. Toda esta zona se llamaba S'hora d'es Bisbe.
—¿Cómo era la vida en ‘Ses Protegides'?
—Era bonito. Piensa que la mayor parte de los matrimonios que se mudaron allí eran de un perfil muy parecido, gente trabajadora y recién casados, por lo que todos los niños del edificio teníamos, más o menos, la misma edad. Había un patio interior muy grande entre los dos edificios donde jugábamos todos los niños juntos. Estaba Lina, la gemelas Antoñita e Isabel, Catinita, Marisa, Luisa… Luisa, sigue siendo mi mejor amiga. La mayor parte de esos niños seguimos manteniendo el contacto. De hecho, también tenemos un grupo de whatsapp con las compañeras de mi época en el instituto de Santa María, y es que la amistad es un valor al que siempre he dado mucha importancia. Eso lo aprendí de mi padre que, a día de hoy, todavía hay gente que le recuerda y que habla sobre él. Era una persona muy querida.
—¿Me habla de su padre?
—Mi padre era una persona excelente e inteligentísima, destacaba en cualquier cosa que hiciera, y que se nos fue demasiado pronto (se emociona). Había sido clarinetista en la Banda Municipal y cantó (como barítono destacado) en el Coro de Santa Cecília. También fue un gran deportista, ganó el Campeonato Militar de España en salto de longitud y fue jugador de fútbol en equipos de primera como el Espanyol, el Valecia o el F.C. Barcelona. Mira si era noble y buena persona que, en 18 años que jugó a fútbol, no le pusieron nunca ni una amonestación. Le dieron la Medalla al Mérito Deportivo por eso. Cada mañana, antes de trabajar, iba corriendo hasta las montañas de Can Misses y volvía. Se duchaba, se bebía un buen trago directamente de la olla de leche recién cocida, y se iba a la farmacia. Por las noches, al terminar el trabajo, entrenaba con Toni de Cas Coc y un grupo de amigos en los porches de una de esas casas de la zona. Allí ponían sus sacos de arena, piedras para levantar, barras y hacían su entrenamiento al terminar el trabajo. Se montaron una especie de gimnasio, vamos. También hacían luchas entre ellos, una vez una vecina llamó a la Guardia Civil porque ‘una manada de locos se peleaba cada noche' (ríe). Pero es que además era una persona muy ingeniosa y bromista. En la farmacia siempre regalaba un caramelo o pagadolça (regaliz) con un sobre de magnesia para mojar.
—¿Heredó también de su padre la faceta bromista?
—Un poco puñeterita sí que era, sin llegar a hacer putadas. Me lo pasé muy bien en mi época de estudiante. Cuando las clases ya eran mixtas y, los días de deporte, los chicos venían con esos pantalones tan cortos que llevaban entonces, le hicimos una buena broma a un chico de la clase, Javi. En la clase de mates, con un profesor que siempre iba encorvado, al que llamábamos sa curvatura y que siempre le echaba la bronca a ese Javi, le embadurnamos la silla con un ungüento de frío-calor, de manera que se untara los muslos. No podía sentarse por el quemazón por mucho que le insistía sa curvatura, y le acabó echando por nuestra culpa. Fue una semana con los muslos irritados, el pobre. En esa época, como quería estudiar enfermería, antes de hacer COU, también estuve haciendo prácticas con un practicante (un ATS) durante un tiempo.
—Antes ha comentado que trabajó en el laboratorio del Dr Marí, ¿cuándo empezó a trabajar allí?
—Cuando terminé COU. Aunque quería seguir estudiando enfermería, coincidió con la muerte de mi padre y empecé a trabajar como auxiliar en el laboratorio, haciendo analíticas. Piensa que te hablo de hace 46 años, ahora está todo mecanizado, pero entonces se hacía todo de manera manual, con los reactivos, las pipetas… Era un trabajo que me gustaba mucho. Estuve allí trabajando durante tres años, hasta que me casé con Antonio Calbet y me puse a trabajar en la tienda de muebles de su familia hasta día de hoy, más de 44 años después. En estos años hemos tenido a nuestras hijas, Esther y Anna, y a nuestros nietos, Jordi e Irene. Tuve que adaptarme a un trabajo nuevo, a una vida como madre también nueva, pero vivir, vivíamos en la calle Aragón, así que seguía en la misma zona (ríe).
—Habrá amueblado buena parte de las casas de los ibicencos
—Piensa que Muebles Calbet es la tienda de muebles más antigua de la isla, así que imagínate. Pero en el tiempo que llevo yo, para que te hagas una idea, he vendido muebles a una familia cuya hija vi nacer, cuando hacía las prácticas con el ATS, y que, a día de hoy ya es abuela y todavía sigue siendo clienta.
—Y la nieta, ¿será también clienta?
—No creo que le dé tiempo (ríe con cierta melancolía). Y es que ya estamos recogiendo carrete, 44 años son muchos años. Todo tiene un principio y un final y, aunque no logre hacerme la idea, ya estamos preparando para cerrar el negocio. No tenemos ninguna fecha pensada pero, en cuanto se vacíe la tienda.
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