Entre los puestos de artesanía no faltaron los oficios más ancestrales de la tradición ibicenca como la elaboración de cistelles, las cusidores que ofrecían sus mantons y mocadors o filadores que, con la paciencia que las caracteriza, trenzaban la lana para convertirla en ovillos ante la mirada de los curiosos.
La paciencia también es una de las características principales del oficio de cordador con el que Pep Guasch, de Can Canavall, mostraba en su puesto de la feria mientras trenzaba cuerdas de esparto para encordar sus sillas. «Para cada silla se necesitan unos 80 metros de cuerda de esparto», explicaba el artesano sin dejar de trenzar la cuerda de la silla que tenía a medias ya que «si haces toda la cuerda antes de trenzarla en la silla se te acaba enredando; es mejor ir haciéndola a medida que vas avanzando». El artesano explicaba que «haciéndolo de esta manera, como se hacía antiguamente, puedes invertir hasta 30 horas de trabajo por cada silla».
La feria también contó con puestos de comida elaborada con productos de la tierra, pero también de los productos en sí. De esta manera los asistentes a la feria pudieron adquirir frutas y verduras del campo ibicenco. Un campo que necesita trabajarse con una maquinaria que también tuvo su presencia en la feria con tractores y demás maquinaria agrícola.
Entre los puestos que más llamaron la atención a mayores y pequeños fue el de la ADS apícola, en el que también se ofrecía miel de la isla. Allí, los más pequeños pudieron hacer talleres de elaboración de velas con cera de abeja, a la vez que admiraban en vivo el trabajo de las abejas en el panal de una colmena expuesto bajo su carpa envueltos en el aroma del romero que se quemaba en el ‘humador’ también expuesto.
1 comentario
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Nosotros hemos subido en bus. Pq ya sabíamos q entre carpa fiesta etc sería imposible.