Revilla, presidente de una comunidad tan rica que va sola, cuando visita a alguna autoridad, sea Juan Carlos o a Pedro Sánchez, siempre les lleva un par de latas de anchoas.

Supongo que no serán esas anchoas de 1 euro de la marca Aliada que venden en El Corte Inglés, sino se tratara de los famosos bocartes de Santoña científicamente denominadas Engraulis encrasicholus. Estos bocartes que regala Revilla dejan los fondos marinos y se encaminan a la costa para desovar, es entones cuando se capturan en el caso de Cantabria en grandes cantidades.

La forma de hacerlo es por la noche y utilizando grandes focos que atraen a las anchoas. Su preparación es artesanal y luego los enlatan y se los dan a Revilla para que se los lleve a Sánchez. Por si no fuera suficiente regalía, este Revilla (que no tiene nada que ver con el otro Revilla, el del chorizo aquel que era una maravilla) le regala al presidente de Gobierno dos de sus bestsellers en los que diserta sobre la condición humana y lo que es para él la vida y el sic transit gloria mundi.

Pues este presidente de comunidad autónoma lo tiene todo: escribe libros, sabe de la vida, aprecia las buenas anchoas y los sobaos de Vega del Pas y supongo que hasta habrá plantado algún árbol, es además de una honradez supina porque va en taxi (supongo que ecológico y cuando no hay huelga) a La Moncloa.

Revilla es la sencillez como arma política, un nuevo estilo, nada mejor que compartir con Pedro Sánchez un bocadillo de anchoas porque los amigos se entienden para arreglar los problemas de un trozo de país. Un estilo distinto al de Trump. Armengol: llévale a Sánchez camaiots y sobrassadas, a ver qué le sacas. Eso es lo que da de sí la penosa política española.