Mira si hemos hecho mal las cosas», me decía el otro día una conocida, en una de esas maravillosas (por inesperadas) charlas de acera, «que tan sólo con remontarnos a la generación de nuestros padres, podemos demostrar la mentira en la que nos hacen vivir y la calidad de vida que hemos perdido», en este punto la interrumpí yo, para decirle que ahora no hay que decir padres, hay que decir ¡GUARDADORES DEL MENOR!, según la nueva y ultramoderna nomenclatura impulsada por la consejería de educación de la junta de Andalucía (lo que nos demuestra que los gilipollas son como las cucarachas, se adaptan, crían y florecen, en todo tipo de hábitats). Después de unas buenas y compartidas risotadas, le pedí que siguiese con lo que decía al principio y que me razonase el porqué de su afirmación, «pues muy fácil» -respondió ella- «en la generación de nuestros padres, lo más habitual era que solo trabajase el hombre y que la mujer se viese relegada a las tareas del hogar (si amiguit@s, mi amiga y yo pertenecemos a esa generación en la que nuestras madres necesitaban del permiso de sus maridos para -por ejemplo- tener una libreta del banco) y con todo y con eso, con un sueldo y mucho esfuerzo, casi todos se pudieron comprar su piso, o hacerse su casa en el campo con el correspondiente terrenito, o hacerse con unos cuantos locales, montar negocios, etc… en cambio hoy en día, en una pareja trabajan los dos, deben dedicarle la mayor parte del día a esos trabajos y con suerte malvives y llegas a final de mes, y del tema de tener un pisito o similar olvídate y como se te ocurra la locura de tener hijos, ya te puedes ir planteando seriamente ¡¡¡el acudir a los servicios sociales!!!». Le tuve que dar la razón, claro, porque creo que cada día es más obvio para todos, que la tan ensalzada por muchos ‘sociedad de consumo’ a los que está consumiendo de verdad es a todos nosotros. Y es que si nos paramos a pensarlo, en una gran mayoría de cosas vamos «p´atrás como los cangrejos», que diría mi abuelo (si, seguro que ahora me diréis que mi madre ya puede abrirse ella solita una libreta en el banco, pero si pensáis que esa «proeza» hace que este país ya no sea machista, es que vuestro camello os pasa una mierda de la buena). Pero si hacemos un ejercicio de sinceridad, tendremos que asumir que todos nosotros hemos sido unos maravillosos cómplices a la hora de ayudar a construir la «jaula de oro» en la que vivimos, y es que es muy fácil quejarse, pero ¿quién le pone el cascabel al gato y renuncia al modelo social imperante del usar y tirar? Si me remonto a mis años de la infancia (ojo que sólo hablamos de 40 años, no del jurásico superior) una de las cosas que recuerdo con más fuerza es que nos educaban y se vivía en la durabilidad y reutilización de todo, la ropa y no digamos el calzado, eran como regalos de los dioses, y se los trataba como tal y eso era todo un mérito, porque los niños y niñas de aquellos años estábamos todo el día por la calle en un no parar constante, pero para eso estaban los remiendos, los parches, las medias-suelas, etc… Intentar hoy en día seguir con esa dinámica, veréis como la gente os empieza a mirar con recelo y a trataros como una suerte de homeless con síndrome de Diógenes!!! Y esa filosofía se aplicaba a todo, electrodomésticos, coches y motos, casas…TO-DO. Pero no sé bien como ni cuando, «los que mandan» decidieron que esto no les era rentable y sin prisa pero sin pausa empezaron por hacer que nuestro dinero valiese cada vez menos, así se conseguía propiciar la situación actual, en la que tenemos que trabajar el doble… para ganar la mitad. Una vez que se consigue ese escenario, es que ya nos tienen bien atontaditos y todo lo demás está chupado y que lo más conveniente para todos nosotros es gastar nuestros escasos ingresos en ropa que se desintegra después de tres usos, zapatos que (sobre todo en los de mujer)con suerte te llegan enteritos al final de la noche, obsolescencias programadas, hipotecas a 40 AÑOS! Para hacernos con un piso que (con mucha suerte) tendrá la mitad de superficie que el de nuestros antecesores… y como digo siempre, que cada uno haga sus aportaciones a la lista. La siguiente vuelta de tuerca para adentrarnos más en esta locura del consumismo constante en busca de la satisfacción inmediata y continuada ya está en marcha, se llama compras por internet, economías «colaborativas» y zarandajas similares, que básicamente sirven para enriquecer a grandes corporaciones que (en el mejor de los casos) apenas pagan impuestos en nuestros países, mientras al mismo tiempo aniquilan a las pequeñas y medianas empresas, que a la postre son las que cohesionan nuestra sociedad ¿alguien se ha parado a pensar que el día que apenas haya cotizaciones se van a terminar la sanidad gratuita, la educación y demás cosas que forman el tan apreciado estado del bienestar? y luego a quien iremos a quejarnos… al señor (¿o será señora?) ¿Internet? ¿A Don Amazon? ¿A Mr.Uber?

Más ejemplos de «cangrejismo» los tenemos por ejemplo en la ecología, estoy harto de escuchar a muchos veinteañeros y cercanías acusar a mi generación y las anteriores de todos los males actuales que acosan a nuestro planeta… pero coño! ¿Acaso no es ecológico el tipo de vida de aprovechamiento que comentaba más arriba? Que a mí me da caguera cuando veo los famosos contenedores para envases… antes no hacían falta para nada, yo me pasaba veranos enteritos trabajando y ayudando en la tienda familiar (cosa que hoy sería imposible, pues algún pedagogo experto apoyado por una batería de psicólogos y educadores, dirían que el hecho de trabajar a tan temprana edad me estaba traumatizando e impidiendo mi correcto desarrollo como ser humano positivo, seguramente me separarían de mí familia, clausurarían el negocio familiar, me entregarían a los servicios sociales y pedirían que mí abuelo, que en alguna ocasión me había sacudido un correazo después de alguna trastada mía, fuera sometido a una ablación testicular en alguna plaza pública) completando cajas y cajas de botellas de todo tipo, el vino, los refrescos, la lejía, la gaseosa…allí no se tiraba nada, porque todo tenia valor y te podía salir caro el perder o romper un envase. O algo tan sencillo como el secado de la ropa, hoy en día la moderna y eco-concienciada juventud suele utilizar mayoritariamente secadoras, que hasta el momento y que yo sepa funcionan con electricidad, antes no, antes se hacía algo más radical y subversivo…se colgaban de cuerdas y el aire las secaba, pero claro, hoy en día no se puede hacer porque «afea la estética» de las fachadas de los edificios, así que… ¡¡¡a gastar electricidad!!! Y no quiero hacerme pesado buscando más ejemplos, creo que ya habéis captado mi pensamiento al respecto de este tema, pero antes de irme permitirme un último apunte… el ocio, nuestros padres y madres salían, comían, bebían y se tajaban, tal como se hace hoy en día, no vivían en monasterios, pero no les hacía falta mucha cosa para montarse sus fiestas, una reunión de amigos, una salida familiar, una paellita entre los pinos en Cala Pada o Cala Bassa (probar a hacerlo ahora), eran la excusa perfecta para montarse unas juergas de las buenas, donde no faltaba de nada…y todo por cuatro perras, vamos, igualito que ahora. Acabo ya, porque al final me salen unos artículos kilométricos, y no es mi intención el abrumaros cada semana, solo comentaros que a pesar de lo que acabáis de leer, no penséis que soy persona que gusta de vivir en la nostalgia, yo tengo muy clarito que la vida se vive en presente y así es como la vivo y disfruto, pero eso no es óbice para que de tanto en tanto echemos la vista atrás…para ver si hacemos lo correcto a la hora de seguir hacia adelante, y es que no sé a vosotros, pero a mí los cangrejos… me gustan en el arroz.

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