La gran esperanza de la hoy chuchurrida socialdemocracia alemana es Martin Schulz, un militante de la SPD desde los diecinueve años, cuando sus credenciales eran las de un incipiente alcohólico, futbolista frustrado y ‘pacifista’. Superado su problema con el alcohol, aunque no la lesión de rodilla que puso fin a su mediocre carrera futbolística, aquel pésimo estudiante, carente de la más mínima formación, se convirtió en librero (!) y emprendió, ¿cómo no?, una carrera política que le convirtió en concejal y, más tarde, en alcalde de su pueblo natal, Würselen, en la región de Aquisgrán, en el Estado federado de Renania-Westfalia.

Desde que diera el salto de la alcaldía de su pueblo a la Eurocámara pasó completamente desapercibido hasta que Berlusconi propició su salto a la fama cuando le espetó que sería el candidato ideal para el papel de Kapo de campo de concentración en cualquier película. Este arquetipo de político europeo fue elegido recientemente como candidato del SPD con el cien por cien de apoyo en una vergonzante votación a la búlgara, que en todas partes cuecen habas y en algunas a calderadas.

Me he tomado la molestia -no menor- de leer sus propuestas de gobierno y me ha asaltado inmediatamente la sensación del déjà vu, déjà entendu: nada inteligente, nada original, nada innovador, sólo una sarta de topicazos socialdemócratas destinados a halagar al segmento más simplón (aquí sería el «no es no») de su cada vez más escaso electorado, a saber: más Europa (?), composición paritaria del Gobierno (!), igualdad de salario para las mujeres, topes de retribución de los altos directivos, rechazo frontal a cualquier bajada de impuestos, gratuidad de las guarderías infantiles etc. En resumen, todo rancio, desfasado y fuera de lugar en la era de la globalización.

De momento, y contra los pronósticos altamente halagüeños de las encuestas, se ha llevado un notable revolcón en las elecciones regionales del Sarre de este pasado domingo, en las que los Verdes han desaparecido y la formación Alternativa para Alemania (AfD) ha conseguido acceder a la Cámara regional, lo que impedirá al SPD tripartitos, cuatripartitos, pentapartitos y demás añagazas vergonzantes de perdedor.

Teniendo en cuenta las expectativas hasta ahora generadas por el candidato unánime, las cosas empiezan muy mal para esa gran esperanza de un partido socialdemócrata que, como en tantas otras partes de Europa, va transitando lenta pero inexorablemente de la preeminencia a la irrelevancia. Aquí en España está por ver si la gran esperanza andaluza será capaz de batir a su apuesto rival noesnóico y al patético Patxi Nadie semivasco.

Me sorprende que partidos como Ciudadanos y el PP no aprovechen ese yermo mental de los socialdemócratas para profundizar en sus propuestas liberales y sigan empeñados en mimetizar dogmas socialdemócratas periclitados, lo que me hace sospechar que sus respectivos y pomposos «gabinetes de estudios» se han contagiado de la mediocridad de sus amos.