El poder de un vídeo viral

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Hubo un tiempo, cuando yo vivía en Madrid, que había quien decía que si realmente querías que te hicieran caso con tu problema tenías que salir en Madrid directo. Para los que no lo sepan o no hayan nacido o vivido en la capital de España, esto era un programa de televisión que se emitía cada tarde, de lunes a viernes, en Telemadrid y en el que de la mano de Inmaculada Galván una serie de reporteros iban recorriendo distintos lugares de la comunidad para contar una historia, casi siempre en directo. Y el caso era que tenía tanta audiencia, lo seguía tanta gente, que era el mejor escaparate, tanto para bien como para mal.

El caso es que estos días, viendo el tema de la okupación frustrada de la casa de la madre de Vicent Riera en el centro del pueblo de Sant Antoni de Portmany, ha vuelto a mí esta frase tantas veces escuchada y repetida al comprobar el poder que pueden tener unas imágenes. Es cierto que los tiempos dorados de la televisión convencional han quedado atrás y que probablemente aquella Telemadrid fresca y de calidad ya no se haga y que ahora la sociedad demande más la inmediatez de un vídeo grabado con un teléfono móvil, en movimiento, borroso y con comentarios que prácticamente no se escuchan, pero el efecto de persuasión sigue siendo el mismo. Tanto que las imágenes de Sant Antoni corrieron como la pólvora en cuestión de minutos, llegaron a los medios de comunicación en apenas unos segundos a través de una red instantánea de mensajes y, como se dice ahora, se hicieron virales hasta el punto de que prácticamente todo el mundo de la isla las llegó a tener en sus propios teléfonos móviles, con todo lo que eso genera de positivo y de negativo.

Por un lado, provocó un movimiento social anti okupa espontaneo, una ola de apoyo hacia Vicent y su familia que llegó de todas partes y, sobre todo, hizo reaccionar a buena parte de la clase política de la isla, como si hubieran descubierto que teníamos un problema grave con este tema solo a través de ese vídeo. O lo que es peor que, viendo como estaban empezando a reaccionar los ciudadanos, comprendieran que había que actuar lo más rápidamente posible. Y también, hizo que los malos de la película, los que se habían mostrado tan gallitos, insultando, amenazando y encarándose con Vicente apenas unas horas después de haber okupado ilegalmente su casa, les entrara la preocupación y quien sabe si en algún momento el miedo. Hasta el punto de perder aún más los papeles y en una acción muy poco meditada, al nivel supongo de su capacidad intelectual, llegar a presentarse en un conocido medio de comunicación de la isla con el objetivo de amedrentar a compañeros de profesión y que se retiraran las imágenes en las que ellos aparecían haciendo sus fechorías. Y es que hasta ellos mismos comprobaron que un vídeo, donde apareces con tu cara haciendo las cosas de manera poco correcta, puede ser muy efectivo para ir en tu contra a pesar de que otros como tu te han repetido por activa y por pasiva que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado tienen las manos atadas en este tema de la okupación.

Un vídeo que, por cierto, demostró una vez más la fuerza que tiene el pueblo. Aquello del pueblo para el pueblo siempre que sea de forma contenida, prudente y sin perder los papeles y sin hacer barbaridades. Siempre que no haya alguien que no saque los pies del tiesto, que no se quiera tomar la justicia por su mano y aprovechando la tensión y la indignación del momento acabé provocando una batalla campal de la que luego haya que arrepentirse. Porque la línea entre la razón y la sin razón es muy fina, y es fácil cruzarla sin darnos cuenta para pasar en un abrir y cerrar de ojos de estar en el lado bueno al malo de la historia como se vivió en Sant Antoni, cuando se sacaron todos los enseres del okupa a la calle para tirarlos a un contenedor, cuando algunos concentrados le lanzaron objetos mientras estaba encaramado en la ventana sin poder entrar con el riesgo de caer a la calle y producirse una desgracia, o cuando se le insultó y amenazó cuando abandonó el lugar acompañado de los agentes policiales intentando envolver su rostro.

En este caso, el civismo pudo con la indignación y la rabia, y los ciudadanos mostraron abiertamente su rechazo a un problema como este que ya lleva demasiado tiempo asentado entre nosotros por más que gracias a un vídeo viral muchos lo hayan descubierto ahora. Un tema que hace un tiempo, hace ya años, pudo levantar cierta simpatía y cierto grado de comprensión entre algunos sectores de la sociedad pero que cada vez tiene menos defensores.