Opinión

Rebelión contra los okupas

Rebelión contra los okupas en Sant Antoni. | Irene Arango

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Esta semana se ha vivido algo inaudito en Ibiza con la rebelión vecinal de los vecinos de Sant Antoni contra unos magrebíes que habían okupado un piso. Por suerte, el propietario se enteró porque una vecina le preguntó si es que lo habían alquilado porque había alguien que les estaba cambiando la puerta. Al personarse el dueño en el piso, el okupa, lejos de achantarse, sentir vergüenza e irse, se encaró al dueño, lo amenazó y forcejó físicamente con él para que no le grabara. Los vecinos no se quedaron de brazos cruzados y, de forma espontánea, montaron una concentración que acabó con los okupas fuera del piso en un plazo de dos horas. En este punto llama la atención que uno de los okupas tuviera la osadía de personarse en la concentración, plantar cara a los vecinos e intentar, de nuevo, colarse en el piso, además del otro que se mofó días antes de los policías, del dueño y del resto de vecinos que le plantaron cara. La forma de actuar de estos okupas magrebíes nos demuestra que quienes pegan la patada a una puerta para usurpar una vivienda se sienten impunes bajo el amparo de una ley que, a efectos prácticos, no es eficiente a la luz de cómo actúan los okupas. Esto es, pegan la patada a un piso y si tienen suerte y nadie da aviso inmediato pueden demostrar a los dos, tres o cuatro días que han ‘constituido morada’, como pasó en el caso de Sant Antoni, entonces ya únicamente se les puede sacar con el procedimiento judicial, no de manera inmediata. También saben que si hay menores de por medio es más difícil que les echen. En paralelo a la rebelión vecinal ha surgido la batalla política con un alcalde que saca la cara por la Policía Local, la Guardia Civil y sus vecinos, un PP que carga contra los socialistas por tener paralizada la ley antiokupación en el Congreso, un PSOE que dice que rechaza la okupación, pero que siembra la duda sobre los agentes de la Policía Local, un Podemos que dice que no hay que tomarse la justicia cada uno por su mano y Vox, que quiso su minuto de gloria plantándose en la concentración vecinal. Una vez más, mientras los políticos debaten, la ciudadanía da un golpe en la mesa para demostrar que hay que pasar a la acción.