Dinero púbico

Creo que fue el novelista Tom Clancy quien se quitó la máscara puritana, tan habitual en Estados Unidos, para sentenciar: «El sexo es una de las cosas más bonitas, naturales y gratificantes que pueden comprarse con dinero». Y si encima se paga con dinero público, mientras hipócritamente se debate acabar con la prostitución, la sensación de poder debe ser vertiginosa, con el estimulante de follarse a los sufridos contribuyentes.
El caso Abalos demuestra, una vez más, lo emputecida que está la política española. ¡Y qué manera de enchufar! «¿Sabes leer? ¡Pues contratada!». Servicios sexuales en exclusiva con cargo al erario público. Cosas de la erótica del poder y la regeneración política que nos traía Repelús Sánchez.
El efecto Coolidge se conoce como el deseo general del macho para copular con toda hembra deseable (¿y viceversa?). En una ocasión el presidente Calvin Coolidge y su mujer visitaron una granja avícola. La primera dama observó cómo el gallo montaba una gallina y se interesó por la frecuencia de las relaciones. «¡Ah, señora, docenas de veces!» –respondió el granjero. «Por favor, dígaselo al presidente» rogó la dama. El aludido preguntó a su vez: «¿Y siempre lo hace con la misma gallina?». «No, señor presidente –respondió el granjero—, lo hace cada vez con una hembra distinta». «Por favor, dígaselo a mi señora»– rogó el presidente.
A no ser de que seas una Mata Hari o un Don Juan y domines el arte de la seducción de manera irresistible, no tendrás más remedio que pagar de alguna manera si quieres variedad en el catre, pero, hacerlo con dinero público, es violar al sufrido contribuyente. Putas, putos, acosadores y hasta trepas que se ofrecen gratis, ¡joder con nuestros servidores!